24.11.07

Mitología criminalística

Una vez más, no entiendo.

Ayer fue la presentación de In fraganti, la antología de cuentos de tema policial en donde está incluido mi cuento "Causas simples para crímenes improvisados". Muy simpáticos y atinados estuvieron Vicente Battista (amigo de la casa), Juan Sasturain y Ernesto Mallo. Para variar, y quizás como marca generacional de gente más dedicada a ser gente que a mear arbolitos en cada lugar que pisa, no se dedicaron a echarle tierra a los "nuevos narradores" (como en las presentaciones de La joven guardia y En celo, donde más que presentadores lo que había eran quintas columnas del enemigo más acérrimo), y hablaron más del tema policial en Argentina, al que Sasturain y Battista aportaron unos cuantos ladrillos a lo largo de su carrera, que de la antología, a la que sin embargo dedicaron unos párrafos debidamente elogiosos (entre ellos unas vecinales y barraquenses menciones hacia mi cuento, que al parecer ocurrió a pocas cuadras de la casa en la que Battista vivía en ese momento).

Pero un comentario de Diego Grillo Trubba, certificado por Violeta Gorodischer, autora del cuento en cuestión, me recordó una de las características de la argentinidad que más detesto, que menos entiendo, que más me sublevan (como dirían los ingleses, siempre tan gráficos, que me hacen hervir la sangre): la admiración por el odontólogo Barreda.

El tipo era, aparentemente y según su relato, víctima de abuso psicológico familiar. Les voló la cabeza a su mujer y sus hijas, al parecer a sangre fría.

¿Qué hay para admirar? ¿Su violencia? ¿Su violencia como respuesta al abuso no físico? ¿Su falta absoluta de remordimiento?

¿No será que la admiración a Barreda es el resultado del machismo argentino? Las mujeres de la casa se habían salido de su lugar, Barreda no había sabido controlarlas ni "ponerse los pantalones", finalmente tuvo una reacción de digno macho cabrío y puso en caja (cajas de madera enterradas, para hacer un mal chiste) a sus indómitas mujeres. La violencia, la violencia más absoluta y extrema y sádica, y sobre todo más justificada e "incastigable" porque se ejerce por derecho propio, son la prerrogativa del macho. Barreda finalmente ocupó su lugar de hombre, y por eso hay que aplaudirlo y admirarlo, no castigarlo.

Al fin y al cabo, ninguno de los que embanderan su devoción a Barreda levantan altares parecidos a las cientos, miles de mujeres que todos los años (todos los días) responden a los ataques de parejas golpeadoras. Mi vieja trabajó muchos años en un hospital de Buenos Aires con casos de violencia y abuso intrafamiliar, y a través de ella vi muchos casos de mujeres que agarran a sus hijos y se van, de hijos que crecen y le responden a sus padres (esta semana, sin ir más lejos, un chico de 17 años mató a su padre que lo había golpeado toda su vida - ¿alguien lo elevará a héroe popular junto con la estampita de Barreda?) , de familias destruidas por ciclos de violencia que llevaban generaciones enteras y rescatadas por verdaderos actos de heroísmo de alguno de sus miembros al irse de casa, al responder, al denunciar, al decir basta.

Pero a esas nadie las admira. Los policías que no les toman las denuncias en las comisarías, y que alguna cachetadita a sus mujeres le habrán dado para ponerlas en su lugar, seguramente admiran a Barreda.

Quienes reivindican a Barreda tienen un horror primigenio del contracaso de ese imbécil: Lorena Bobbitt, que como respuesta al abuso sexual no mató a nadie pero sí cortó el atributo de macho del abusador (a quien, para cerrar el simbolismo del caso, se lo reinsertaron en un quirófano y que luego filmó una película pornográfica, John Bobbitt Uncut, para poner las cosas en su lugar, porque el macho se demuestra cojiendo a troche y moche). Lorena Bobbitt es Lilit, la Eva rebelde borrada de los Evangelios pop, porque está bien interpretar como un hecho simpático a tres asesinatos brutales pero con la pija de un macho no se jode.

Y entonces ahí tenemos a Barreda, el héroe del machismo más imbécil y encarnado de la argentinidad, el baluarte de los que quieren y no pueden ser machos patriarcales, el mal chiste de los que no se atreven a admitir de frente sus ideas. Déjemonos de joder.

20.11.07

Mitología política




Esta foto viene a probar algo que yo vengo diciendo desde hace rato: la supuesta belleza de Cristina Fernández de Kirchner es un mito inventado por los noteros chupamedias de CQC. Y no me vengan con "el carisma personal" o "la atracción de las ideas". La única verdad es la realidad, y la presidenta electa será muchas cosas pero fuerte, lo que se dice fuerte, no está, por más dólares de botox, maquillaje, pilchas y accesorios que se eche encima.

En todo caso, planteo la pregunta: si nadie les pide a los políticos varones que sean elegantes, flacos, bien peinados o siquiera que se afeiten por la mañana (de hecho, si en ciertos políticos es un "valor" la desprolijidad o la despreocupación por la apariencia), ¿para qué la idiotez de que las políticas mujeres deberían ser guapas? ¿Cuántas falsas mujeres atractivas al estilo de Cristina K o María José Lubertino hacen falta dentro de las filas "progres"? ¿No alcanza con las pieles de María Julia por el bando contrario? ¿Será la herencia de las mujeres peronistas, en la línea María Eva Duarte actriz de teléfono blanco y Estela Martínez bataclana centroamericana?

19.11.07

El "futuro" del libro

Hoy coinciden dos versiones distintas del "futuro del libro" en las noticias. Y las dos dan ganas de ir a dejar flores y una carta de agradecimiento en la tumba de Gutenberg.

La primera y más cercana es la iniciativa de La Nación y Capítulo Dos para montar una semana de acción POD (print on demand, impresión sobre demanda para los amigos). La idea es simple: máquinas que fabrican copias únicas de libros, básicamente una impresora láser con una encuadernadora y una impresora de tapas.

¿Ventajas? Muchas, y anticipadas por Gabriel Zaid en el archifamoso Los demasiados libros y por Jason Epstein en el menos floripondioso pero más fundamentado "desde el negocio" The Book Business: Past, Present and Future. Básicamente, cambia el modelo de acceso a los libros. No existe la distribución de papeles impresos, sólo se envían datos (Negroponte agradecido). En lugar de que los editores paguen la impresión de un montón de libros que no se venden, y de que también se pague por llevarlos a las librerías, almacenarlos en depósitos y volver a llevar a los depósitos los ejemplares sin vender, la editorial prepara una base de datos a la que accede cada puesto de venta cuando el cliente lo pide. El libro se "fabrica" mientras el cliente espera, o se puede encargar y pasar a buscar más adelante. Se acabó el "fuera de catálogo", se acabó el "me llega la semana que viene".

Se hace más factible un modelo en el que una editorial, por ejemplo, universitaria o académica produzca muchos títulos de los que no se venden casi ejemplares, porque se elimina el costo financiero de la edición (más allá del costo fijo de la edición en sí: editing, corrección, diagramación, eso es igual). O, con costo cero, se puede armar lo que están "probando" esta semana: poner en circulación libros agotados, el catálogo entero de cualquier editorial siempre disponible en cualquier parte. O llegar a lsueño de cualquier editor, que todos sus libros estén disponibles todo el tiempo en todas partes, en todos los países, en todas las librerías y en cualquier parte en la que se instalen las máquinas (Epstein piensa en un sistema de compra online con entrega en kiosquitos tipo casas de revelado de fotografía). Cultura para todos.

¿Problemas? Varios, también. Para empezar, la impresión de cada ejemplar es cara (aunque es más barato, como demuestra Zaid, que el costo de imprimir, almacenar y mover ejemplares que no se venden), y es directamente proporcional a la cantidad de hojas del libro. No se imprime en colores. Las máquinas por el momento no están desarrolladas en un formato manejable a gran escala por gente poco capacitada (idealmente serían como fotocopiadoras grandes, con el mismo nivel de mantenimiento y especialización de operarios).

En el caso de La Nación, hay en el catálogo algunas cosas interesantes (como Permiso para quererte, gran novela de Julia Coria, amiga de la casa). El catálogo online, en el sitio de Capítulo Dos, es un desastre: mal organizado, no se puede buscar, faltan títulos (un título de Sigfried Unseld, por ejemplo, que me interesa y que según La Nación está en el programa directamente ni figura en el sitio), no están las tapas, navegarlo es tan placentero como operarse de las muelas de juicio sin anestesia. Los precios de los libros, por otra parte, comprueban que con este modelo no revolucionan nada: entre 40 y 80 pesos cada libro, algunos más caros. Una buena idea mal ejecutada, por lo menos para alguien que lea las promos y visite el sitio. No dan ganas de ir a la librería a averiguar de qué se trata.

La otra noticia fue hoy, en Estados Unidos: Amazon dio "un paso adelante" y lanzó el Amazon Kindle, su lector de ebooks. Por unos "modestos" 400 dólares se compra el simpático aparatito más o menos del tamaño de un libro, con una pantalla de tinta electrónica y un diseño que parece... un reloj digital japonés con calculadora de 1984 que se tomó un tubo de esteroides.

El aparato se conecta a las redes de datos de telefonía celular y descarga (o sea, compra) los libros directamente de Amazon. También puede descargar diarios, revistas y blogs. Como es tinta electrónica y no pantalla TFT/LCD, la batería dura bastante.

Pero, volviendo al principio del párrafo anterior, encontramos el error conceptual (aparte de lo horrible del diseño del bicho). Esto sería una gran idea si no fuera una máquina de comprarle cosas a Amazon en vez de un lector de ebooks. Por 400 dólares, la máquina no lee los archivos que uno ya tiene en la PC salvo que uno se los autoenvíe a una dirección de email para que Amazon COBRE por convertirlos y enviarlos al Kindle. Si me descargo La Ilíada del Proyecto Gutenberg, le tengo que pagar a Amazon para leerlo en mi aparato. Si quiero subir un documento que escribí en Word, le tengo que pagar a Amazon. Cobran hasta por cargar el contenido de los blogs, que en la PC son gratis.

O sea, por 400 dólares me compro una cabina de peaje para llenarle los bolsillos a Amazon. Y eso es la gran "revolución" que va a "liberar" a los libros. Podría haber sido una gran idea (capaz que, con los hackers adecuados, se convierte en una gran idea: ese aparatito con un programa que me permita cargarle documentos gratis desde mi PC es otro tema), pero así como está que se la guarden, al codex no hay con qué darle, y mucho menos con estas "geniales ideas".

Si éstas son las ideas visionarias que van a repensar el libro, si éstas son las geniales cabezas que están elucubrando el futuro, estamos fritos.

12.11.07

Estamos fritos

Declaro mi admiración renovada, absoluta e incondicional a una de esas personas que sólo pueden ser inglesas: Stephen Fry.

Lo más reconocible de Fry es el papel de Oscar Wilde en Wilde, o para los más memoriosos el de Peter en Peter's Friends. Pero además de los infinitos papeles que hizo en cine, Fry tiene mil carreras diferentes: comediante de televisión y radio, novelista, presentador de programas de televisión, documentalista, autor de libros de divulgación de música clásica y poesía, recientemente blogger (cada uno de sus blessays es una obra de arte), más recientemente columnista de tecnología del Guardian (sus columnas son simplemente imperdibles), graduado con calificaciones sobresalientes de la Universidad de Cambridge. Y en el medio de todo eso, fanático absoluto de cuanto aparato tecno-computacional se haya inventado. Ah, y está diagnosticado como maníaco-depresivo, tiene varios intentos de suicidio y, en 1995, un sonadísimo episodio de depresión en el que dejó una obra en el West End de Londres, estuvo a punto de suicidarse en el garaje de su casa y se puso a manejar sin parar hasta un pueblo perdido de Francia en donde estuvo 10 días mientras las tapas de todos los tabloides ingleses lo daban por muerto.

Pero más que nada Fry asusta por lo bien que hace las muchas cosas que hace, de las que en los últimos días me estoy empachando. Cuando le entregaron un premio a no sé qué, alguien dijo que tenía un cerebro "del tamaño de Kent" (condado inglés que, por supuesto, es billones de veces mayor que cualquier cerebro). Lo que asusta también es el talento y la honestidad que tiene, y la modestia con la que lleva todo eso. Paso lista:

  • El blog es maravilloso. Escribe como sólo escriben los humoristas británicos, con estilo, eficiencia, panache y buen gusto. La mayor parte del material es estrictamente geek, pero un texto bastante largo sobre la fama en la cultura moderna que escribió hace cosa de un mes es simplemente imperdible.
  • Las columnas del Guardian, para los que se interesan en los tecnoaparatos modernosos, es obligada: no sólo sabe más que nadie de lo que habla (compró la segunda Mac que se vendió en Inglaterra, y tiene y conoce todos los aparatejos habidos y por haber), sino que leerla es un placer por más que uno no sepa ni qué es un teléfono celular.
  • Ha hecho comedias, dramas y todos los papeles imaginables en cine. Todavía no vi una actuación suya que haya resultado floja.
  • En los 80 empezó como comediante de la mano de monstruos como Ben Elton, Ema Thompson, Rowan Atkinson, etc., como actor y como guionista/escritor. Pero lo que lo hizo famoso fue el dúo Fry & Laurie, con Hugh Laurie (el insuperable Dr. House, o para los más kitsch el padre de las películas de Stuart Little). Hicieron muchas cosas juntos, pero su mejor trabajo fueron las cuatro temporadas de A bit of Fry & Laurie (yo no les dije nada, pero esta página puede ser de interés), humor inglés en la línea surrealista de Monty Python con ideas y ejecución impecables, a la vez más clásico y más radical que los intentos argentinos de Alfredo Casero. La esencia misma del humor inteligente, 500% británico, garantizado, probado y comprobado.
  • Realizó para la BBC una de-mo-le-do-ra serie de 2 documentales sobre los trastornos bipolares, Stephen Fry: The secret life of the manic depressive. Están hechos en primera persona, y son su exploración personal de la enfermedad, de cómo le marcó la vida, de las opciones que tiene para tratarla/manejarla, de lo que dicen al respecto los científicos, los enfermos, sus amigos y parientes. Un nivel de honestidad que transmite a todos - se desnuda por completo y logra que todos los que entrevista (incluyendo a personajes famosos como Richard Dreyfuss, o a su propia hermana) hagan lo mismo. Conmovedor, informativo, entretenido, coherente, todos los adjetivos le quedan cortos.

Así que simplemente eso: un aplauso largo y sostenido para este gigante (literalmenmte: es altísimo). ¡Siga así, maestro!

9.11.07

Cultura Sushi-matemática

En quinto año del secundario tuvimos un profesor de matemáticas bastante particular. El tipo era gordo, medio petiso, pelado, desprolijo y con facha de bohemio que claramente estaba en otra. Su uniforme habitual eran pantalones sport un talle y medio más grandes, camisas medio salidas, saco. Se notaba de a cinco cuadras que daba clases porque tenía ganas, porque le gustaban las matemáticas (o las chicas de quinto año) o porque no tenía nada mejor que hacer. Faltaba seguido.

Sus clases eran despelotadas. Hablaba del tema con más pasión que otra cosa, y si no lo seguían, bueno, qué le vas a hacer. Tres veces por hora se iba por las ramas y nos contaba de sus días en el Colegio, de cuando militaba en el centro de estudiantes, o simplemente se colgaba. Era ingeniero, eso nos dijo alguna vez. No entendí nada de lo que enseñó (algo de matrices y operaciones y sistemas de números, las matemáticas me habían dejado atrás mucho antes de que llegara él), pero aprobé la materia, cosa que habla más de sus ganas de hacer la vista gorda que de mis conocimientos.

Un día una compañera cayó con una revista "Pronto" que tenía en tapa a Soledad Silveyra. En lka nota estaba él: la nota, en realidad, hablaba de él. Con la misma pinta de schleper con la que venía a dar clases salía en las fotos al lado de "Solita". El tipo era pareja de ella, y además era dueño de una constructora y estaba forrado en guita. Cuando le mostramos la revista y le preguntamos si era él nos preguntó si no teníamos cosas más interesantes para leer y siguió hablando de los sistemas de ecuaciones.

Pero se le debe haber pasado rápido el sonrojo, porque unos años después (ya separado de Solita) fue funcionario de De La Rúa en la municipalidad, y en la presidencia, en la parte de turismo. Era un gran amigo de Aíto o de Antonito o de los dos, en las reuniones de los sushi era algo así como la salsa de soja.

Y cayó en desgracia como todos ellos, y la recicladora política del Pro le desenvolvió las gasas a su momia. Y hoy resulta que vendría a ser el sucesor de la "silla caliente" de la Secretaría de Cultura, después del bochazo eclesiástico a Liprandi y el bochorno mediático de Rodríguez Felder. Lombardi, peinate de lo que quieras, sacate la Franja y hacete sushi para terminar con Macri, largala a Solita, hacé lo que quieras, pero desde acá (yo y todos los de quinto novena) te tenemos la ficha. Y cuando tengas un rato libre, explicame de vuelta matrices, que no entendí una goma.

2.11.07

Genesis (sin Phil Collins, sin Peter Gabriel, sin Rutherford, sin nadie de nadie)

Chili pregunta en un comentario al post anterior de dónde salió la idea para el diálogo. Nobleza obliga, acá va la respuesta.

La idea salió de una invitación a leer en "Yo, pecador" con la consigna de textos sobre sexo, un género que la verdad nunca me interesó demasiado en sí. Y me di cuenta de que lo que generalmente me pasa con los textos literarios que tocan el tema del sexo es que lo hacen algo estético/espiritual/otra cosa, incluso cuando no pasan de la descripción mecánica del acto. O sea, o es Los cuadernos de don Rigoberto de Vargas Llosa (lo más estetizado) o puede ser Henry Miller, pero de cualquiera de las dos maneras siempre se trata de sexo como de puerta a otra cosa, o como de algo-distinto-de-sí-mismo. No hay sexo sin metáforas, eso es pornográfico y no literario, parece ser el estado de situación.

¿Qué sería lo opuesto? Bueno, lo opuesto sería hablar del sexo de la manera en que un maquinista habla de la locomotora, desacralizarlo completamente, anti-elevarlo. Empecé a escribir con la idea de hacer un diálogo que tratara al sexo de una forma casi industrial, totalmente desidealizada/desideologizada (en el sentido marxista de la palabra), y nada mejor que el ambiente del cine porno como variante, si se puede, incluso más capitalista de la prostitución.

En la línea 5 necesitaba un nombre para el productor/director, y el tercer apellido que escribí fue Ocampo. Ocampo trajo a Adolfo, Adolfo a Jorge Luis, Jorge Luis a Pepe, y para esa altura ya estaba el tema de los escritores instalado: Manucho, Ricardo, César, Rodolfo, Alan y Rodrigo fueron intencionales, pero todos aterrizaron ahí por accidente. Que este diálogo ternminara siendo también una metáfora del campo cultural fue un bonus.

El tema sindical/tratado político sobre la explotación fue por la idea del principio: el sexo es el trabajo, entonces qué más lógico que un texto sindical sobre el sexo. De hecho, existe AMA (Asociación de Meretrices Argentinas), un gremio de "trabajador@s del sexo" que (vaya sorpresa) la CGT se niega a reconocer y que está en la CTA. Odio profundamente la romantización de la prostitución (esa idea de la "puta oráculo", la "puta que te resuelve la vida", la "puta sabia que cura la sociedad"), me parece una justificación pelotuda de un comercio denigrante o en todo caso una manera de ignorar el hecho básico de una mujer que alquila su cuerpo a quien pueda pagarlo (por dominación, por opción, por violencia, por necesidad, por imposición, por millones de motivos que rara vez incluyen "porque me satisface de la manera en que un abogado se hace llamar DOCTORRR González") haciendo como que en realidad pasa otra cosa. Por eso que estas actrices porno hablan, literalmente, de trabajo. Quizás salven al mundo en otros momentos, tienen vidas y pagan impuestos y van al supermercado y se cortan las uñas de los dedos de los pies y son miserables y son maravillosas, pero cuando hablan de su trabajo hablan de trabajo como un colectivero habla del Mercedes 1114, de los inspectores que le rompen las pelotas, de la máquina boletera que no anda y de la manifestación de mierda que le cagó el día.

Para cuando llegué a la parte de las teorías de explotación ya tenía un objetivo claro, y las dos posturas de ellas son casi inevitables: dos teorías dominadas del trabajo, dos imágenes falsas del orgullo y el lugar del dominado, y la resignación inevitable porque, dentro del sistema, no hay salida del sistema. Marx 101, supongo.

O sea: no sé cómo fue exactamente que se me ocurrió, pero así lo recuerdo, o vero o ben trovato pero en todo caso lo que queda.