11.10.11

Lo prometido es deuda


Le prometí a Oyola que iba a traducir la reseña de Kryptonita al español, así que ahí va...

Qué pasaría si...?

Es de noche en la guardia del hospital Paroissien de Isidro Casanova, una parte fea del Gran Buenos Aires. Un nochero (los médicos "extraoficiales" que por unos pesos cubren las guardias de los médicos que se supone están de turno) está por terminar su tercer día sin dormir y no puede pensar en nada más que en ir a casa y tragar un puñado de pastillas que le den un sueño que es cualquier cosa menos lleno de paz. Fue una noche movida pero se está por poner peor: llega un paciente con una herida extraña y varios amigos extraños a la saga. Es Nafta Súper, uno de los criminales más peligrosos de la zona, y sus amigos son los demás miembros de su banda. Se vacía la guardioa de pacientes y médicos, la policía rodea al hospital, y el doctor recibe instrucciones claras:  mantené con vida a Nafta Súper hasta el amanecer o sos hombre muerto. Pero Nafta Súper no es un ser humano común... de hecho, ninguno de sus amigos lo es.
Los "elseworlds" son una afianzada tradición de los comics y las novelas gráficas, una que ubica a héroes conocidos en contextos alternativos (un Batman pirata de capa y espada, Súperman como Tarzán, Linterna Verde en el Lejano Oeste, etc.), y Kryptonita es un tributo declarado a los superhéroes a través de un elseworld muy argentino. Aquí, Nafta Súper es Súperman y sus "socios" son los miembros de la Liga de la Justicia (la Mujer Maravilla, Batman, Linterna Verde, etc.). Hay reconstrucciones de sus historias de vida, y hasta relatos de algunas de sus aventuras más famosas (como la serie de DC de la Muerte de Súperman de 1996), y la representación es precisa hasta con sus rivales y debilidades secretas. Esta es apenas una de las referencias pop de la novela, llena de alusiones al rock/pop de los 80, al a cumbia y a los códigos de la calle suburbana. Eso sólo la convertiría en una rareza en un mundillo literario que sabe más de filósofos franceses que de los pasillos de las villas miseria. Pero para Oyola (el autor de Chamamé, gólgota y Siete y el tigre harapiento, entre otros) es "lo de costumbre": se especializa en historias suburbanas vertiginosas en las que delito, acción y violencia se mezclan con fantasía y mafia, empapadas de un clima hecho de referencias al pop y rock y personajes fuertes con raíces muy profundas en la realidad. Se lo llamó un novelista negro, y ganó el primer premio en la Semana Negra de Gijón, pero su paleta (por más oscura que sea) tiene muchos otros matices.
Y Kryptonita es el ejemplo perfecto, un guiso en el que todos los ingredientes no pueden venir más que de su pluma. La historia es directa (Nafta Súper fue traicionado por su némesis, deben sobrevivir la noche peleando con la policía y demás), pero el hecho de que los personajes tengan "algo más" transforma a la historia en algo más. En el mismo acto, pone de cabeza aquel viejo dilema de la ficción policial argentina, que es negra por definición porque en estos pagos es difícil distinguir a los criminales, los jueces  y el gobierno (un problema sobre el que El secreto de sus ojos y Betibú, de Claudia piñeiro, hicieron foco, por mencionar sólo dos ejemplos recientes y bien conocidos): si esto sucede con los detectives locales, ¿qué le pasaría a un superhéroe argentino? Si sacamos al último hijo de Kryptón de Smallville, ¿va a crecer honrado y defensor de la ley? ¿O escribirá su propia ley? Éste descubrimiento solo, y traer estos temas a un ambiente literario que no tiene un Michael Chabon que ensalce sus héroes pop, hacen que valga la lena leer el libro.
Pero, por más vertiginosas y duras e imaginativas que sean las historias, hay momentos en los que el relato se suelta y se le va de las manos a Oyola, recargando una trama a la que le vendría bien ir derecho y rápido como una flecha con largos desvíos de flashbacks e historias pasadas de los personajes. Los desvíos en sí son atrapantes, el universo ficcional es sólido y las voces que usa para contarlo son interesantes para explorar, pero cuando varios capítulos de 10 páginas nos quitan de la trama principal en un libro de 215 páginas llega un punto en que el lector dice "está todo muy bueno, pero lleváme de vuelta al tipo que se está muriendo en la camilla del quirófano y a los bonaerenses armados hasta los dientes afuera del hospital."
Si el escritor es el padre de la novela, se podría decir que a veces Oyola es un padre permisivo al que le encanta ver las destrezas de su hijo habilidoso y se niega a tirar de las riendas o editar su producción, Y una imaginación desbocada contando una historia salvaje requiere de una mano firme para controlarla y darle forma, o la misma fuerza del potencial narrativo termina por ir en contra de la efectividad de la historia: si Tolkien dejó tantos cuadernos con historias laterales inconclusas de la Tierra Media y Sussannah Clarke extendió el universo de su Jonathan Strange & Mr Norrell en algunos cuentos de The Ladies of Grace Adieu, es porque se dieron cuenta del potencial del mundo imaginario que habían creado pero también de que todas esas historias no cabían en el marco de las novelas (y esos eran libros mucho más extensos que Kryptonita).
Hay que decir, también, que ésta hubiera sido un área para que un buen editor se luciera afilando. Un editor que mereciera ese nombre hubiera ayudado a ajustar los hilos de la narración para que la prosa potente de Oyola y su explosiva imaginación rindieran al máximo, pero, ¡ay! , el trabajo de edición en este libro está al borde de la incompetencia, al punto de horrores de ortografía como "exploción" (página 175) llegaran a la página impresa. Por desgracia, una mirada superficial a otro lanzamiento de septiembre de la misma editorial muestra fallas similares, lo que no habla mal de los autores (los errores ocurren) pero sí del hecho de que alguien en esa editorial no se está ganando el sueldo (están ahí para que esos errores no lleguen a las librerías).
Pero ninguna de estas cosas anula el hecho de que es una novela notable, una que pide a gritos más parentela: si fuera la primera de su clase y se pudiera algún día llenar un estante con historias de calibre similar escritas por Oyola y otros escritores argentinos, yo como lector me daría por contento y la literatura argentina se vería muy enriquecida. No estamos frente a "The amazing Adventures of Kavalier & Klay" de Michael Chabon, ni tampoco a un "American Gods" de Neil Gaiman, pero es un buen primer paso en esa prometedora dirección.
Publicada en el Buenos Aires Herald el 30 de septiembre de 2011

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