- Tres motivos, y sólo tres, para pisar Mar del Plata: los eternos churros de Manolo, el kitsch argentino en todas sus variantes (ma qué Belleza y Felicidad: ¡Antibelleza en La Feliz!), la narrativa decadente de las fachadas (casas señoriales venidas abajo, chalecitos que sobreviven entre edificios apestosos, hoteles sindicales cual escupitajos en el ojo de zonas hipercotizadas). Eso y los afectos, claro está.
- Los que se asombran ante Cucurto et alia les falta Playa Bristol. Menos Puán y más sombrilla, que hay más poesía en una gorda pidiendo sánguches que la que sueña tu filosofía, Polonio.
- Una inmobiliaria superconcheta que está haciendo una caterva de locales y edificios fashion se llama Dumbledor. Hay un edificio llamado Dumbledor Plaza. Por ahora no hay un Jardines de Jarripóter, pero en cualquier momento presentan los planos.
- Se intenta volver fashion, cara y sofisticada a Mardel, pero el material se resiste. Es un microuniverso de la lucha de clases en versión peronista: todos nos peleamos por la variante particular del sueño burgués.
- No existen más el puesto de la Falla Valenciana en la Plaza Colón, ni la hamburguesería Mix. Fuck that shit.
- Premio Nobel de la Paz para el que tuvo la idea del restaurante + guardaniños/pelotero Casimiro. Quien sea que haya sido, es el Steve Jobs de la gastronomía familiar.
- Qué bien que escribe el hijoputa de Nick Hornby (leí How to Be Good, el único libro suyo que me faltaba). Da la impresión de que hace lo suyo y nada más, pero hace lo que quiere y la tiene atada, hace jueguito, entretiene, arenga a las masas, se mete en una casilla para saltar hacia donde quiere... los libros que le gustan a la gente. Gran lectua de verano apta para todas las estaciones.
- Otro hijoputa que la tiene atada: Kazuo Ishiguro. Parsimonia, control, y cuando quiere te pinta la cara en tres frases.
- Al compartir departamento se pierde control del dial radiofónico, y se escuchan perlas a las que en condiciones normales de presión y temperatura uno les huye como la peste, como al impagable Abelardo Castillo haciendo de sí mismo en una charla telefónica con el incalificable Chiche Gelblung. Se ufanaba, ante la colosal ignorancia del escritorado local, de que todos sus alumnos habían leído las quichicientas páginas de la Montaña Mágica. En sus talleres también enseña a escupir con puntería, mear lejos y a hacer anillos con el humo de la pipa. Vacantes limitadas, llame ya.
25.1.07
Descanso del descanso
Por si no se dieron cuenta estoy con el cerebro y el cuerpo de vacaciones, de ahí las ausencias. En medio de dos tandas de reposo, algunas observaciones ociosas:
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1 comentario:
Muy buen (¿artìculo?) (no sè còmo se llaman las entradas de un blog); lo leì hace un par de años (!) y hoy me acordè de èl y lo "googleè", no fue fàcil, la clave fueron las "quichicientas" pàginas de La Montaña Màgica.
En fin, sòlo firmaba para contarte que cambiarìa "Polonio" por "Horacio".
Salud.
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