24.7.07

Lea y recomiende

Los correligionarios de Hojas de Tamarisco hacen justicia editando Ravonne, lo que vendría a ser la primer novela de Julián Urman. Recomiendo poderosamente la lectura de cualquier cosa que escriba Urman, sea novela, cuento o lista de almacén: es una voz sólida, original y potente. No escribe raro para hacerse el loco: escribe distinto porque piensa distinto, lo que escribe no podría ser de otra manera y funciona como un reloj suizo.

Pego abajo el volante de la presentación mañana, pero más que ir a la presentación busquen, compren, lean y vuelvan a leer el libro. Satisfacción garantizada (si después quieren que les devuelvan el dinero hablen con los Tamariscos, yo no me hago cargo de nada).

Harry Potter and the Deathly Hallows

Mi misión de fanático consumado está cumplida: conseguí el libro en el momento exacto de su lanzamiento, me lo llevé a casa, lo leí en 48 horas de felicidad extrema con el balde de pochoclo al lado y alentando a los gritos cada vez que mis muchachos pegaban una o que les pegaban a ellos.

Sin adelantar ni quemar nada, digo, insisto y repito:

- Para acallar a la runfla: no va a haber libro 8. La historia cierra, concluye y finiquita, con moño y envuelta para regalo. Rowling dijo que va a hacer un libro tipo "enciclopedia del mundo de los magos", pero eso es más la onda Silmarillion/papeles perdidos de Tolkien: todo el back story que fue armando y que no entró en las novelas, para los fanáticos que quieran llenar huecos o saber más acerca de algunas cosas que aparecen de refilón en las novelas. Pero no hay más novelas de Harry Potter.

- La trama es perfecta: agarrás los 7 libros, los sacudís de costado y no se cae un solo hilo suelto. Todas las puntas se cierran en el final (algunas mejor que otras, pero todas cierran).

- Igual que en Goblet of Fire, el libro tarda en arrancar: Deathly Hallows arranca arando, después retrocede a segunda y no mete tercera hasta la página 300 (con fragmentos de volver a primera, bastante embrague-acelerador y hasta momentos de punto muerto). Eso sí: cuando agarra tercera agarrate de donde puedas porque tiene 300 páginas más de movimiento rectilíneo uniformemente acelerado, y siempre le queda resto de velocidad. Ese fue siempre el fuerte de Rowling, meterse en los berenjenales más imposibles y salir siempre con respuestas impecables, con imaginación, con giros "inesperados" que en realidad venía preparando desde hacía 20, 200 o 2.000 páginas.

- El lector acostumbrado ya le anticipa o adivina alguno de los trucos, pero lo cierto es que de cada 5 predicciones que hice en este libro en 3 la pegué y en 2 me dejó pagando, así que me doy por más que satisfecho. Rowling pone todas las cartas sobre la mesa y no se guarda ases en la manga a lo Agatha Christie (esos típicos finales pedorros en los que Poirot resolvía el caso con 500 pistas que NO habían aparecido antes, vicio heredado de algunas de las historias de Sherlock Holmes). El suspenso del libro pasa, también y quizás más que nada, por ese juego frenético de deducción-confrontación, y para que se sostenga tienen que pasar las dos cosas: que el juego sea limpio (que todos los elementos estén sobre la mesa) y que el lector no quede siempre pagando pero que tampoco las pegue todas.

- Hay cosas en el libro que son previsibles o sobreexplicadas, pero todos los finales en este tipo de historia tienden a la previsibilidad. Esto es un fairy tale, siempre lo fue, y como buen fairy tale no se permite demasiadas sorpresas en cuestiones de forma (el contenido es una sorpresa atrás de otra, pero la forma DEBE ser como es), tiene que atar todos los cabos sueltos, tiene que explicar sus motivos, tiene que tener un cierre (del modo "vivieron felices y comieron perdices", o "terminaron todos mal", o "a estos tipos les dieron para que tengan, guarden y ahorren pero sus descendientes vivieron felices" o como sea, pero no puede hacer la gran Sopranos y terminar sin acabar). Todo eso, este libro lo hace - las cosas que lo hacen, como novela, demasiado sobrenarrado son consecuencias de eso.

- O sea, VAMOS HARRY CARAJO. Y no, no voy a decir como termina.

20.7.07

¿A santo de qué, si se puede saber?

Por si no lo dije suficientes veces, soy fanático de Harry Potter. Me enganché relativamente tarde, cuando estaba por salir el tercer libro, pero lo que tuve de tardío lo compensé por lo sistemático: tengo todos los libros en la misma edición, a partir del tercero me las arreglé para conseguir a todos a pocos días del lanzamiento (a partir del quinto libro Argentina se sincronizó con el resto del mundo, pero antes llegaban con un mes de atraso por lo menos), y a todos los leí en un par de días (al primero, de hecho, lo leí de una sentada entre las 12 de la noche y las 6 de la mañana). Recuerdo nombres, detalles y personajes, me engancho en las historias, leo y releo compulsivamente.

Y me la banco: los libros están bien escritos, contra lo que opina la runfla intelectual. Cualquier ciclo narrativo en el que la página 1 del libro 1 haga referencias que no se aclaren hasta la mitad del tercer libro, que recién se publicará 5 años más tarde, merece el respeto de cualquiera que alguna vez haya armado una trama. Cualquier historia en la que la acción fluya como fluye en los últimos cuartos de cualquiera de las 6 novelas que salieron hasta ahora está más que bien lograda - en el quinto libro, las últimas 150 páginas que se leen de un tirón y sin aliento (no las últimas 150 palabras o líneas: las últimas 150 PÁGINAS). El estilo de Rowling no es el de Virginia Woolf ni el de Jane Austen, pero tiene bastante en común con Dickens (la manera de armar y presentar a los personajes, el tono) y, básicamente, funciona: sirve para hacer avanzar la historia, sirve para hacer introspección de los personajes, sirve para describir, sirve para todo. Y en una página de Rowling hay más imaginación, ideas y oficio de narrador que en la obra completa de más de cuatro de los que la critican.

Y, en todo caso, me gustan y ya, independientemente de los megalanzamientos, los millones de copias, las películas y lo que sea. Si fueran 150 copias mimeografiadas por una editorial pirata de Camboya serían igual de buenos, y los leería con el mismo fanatismo.

Los que no lo comparten, bien por ellos. Pero hay cosas que se pasan de la raya. Que en el séptimo libro van a rodar cabezas lo sabe cualquiera que tenga dos dedos de frente, y que se filtren copias de los libros es inevitable, y que esas copias terminen en Internet es inexorable. O sea: ya "se sabe" quiénes mueren o no, cómo termina la historia y todo lo demás.

Pero que en los comments de videos de YouTube que no tienen nada que ver con nada relacionado con Potterlandia algún energúmeno pegue la lista de los que van a pasar a mejor vida es una gansada: ¿por qué catzo no viven y dejan vivir? ¿es ne'sario? ¿A santo de qué, si se puede saber, mecachoenlaperraquetepariójuehiena?

19.7.07

Que lo parió, don Roberto

Como bien dio mi amiga Sil, lo único que se puede decir cuando se muere alguien es "qué cagada". Bueno, se murió Fontanarrosa, y la puta madre que lo parió es una enorme cagada.

Como todos los escritores de humor, y cultores de historieta para empeorarla, el tipo no tuvo el reconocimiento que se merecía. Su humor era, además de increíblemente gracioso (que no es poco), contundente: además de una imaginación desbocada, el tipo tenía un ojo de aquellos y una forma de narrar más que eficiente. Escribía muy bien, sin hacer ninguna bandera pero escribía muy bien: el único tipo de escribir un cuento basado fundamentalmente en 528 formas distintas de decir "puto" sin perder la compostura ni caer en la guarrada, el único que le encontró (527 veces seguidas) la auténtica vuelta al fútbol como tema literario, el único que no tuvo un mal chiste en las decenas de miles de historietas que hizo.

Y era el tipo más humilde del planeta: efectivamente, debe haber 5 personas en la Argentina y alrededores (desafortunadamente soy una de esas 5) que no tienen algún autógrafo suyo con un Inodoro, un Mendieta o un Boogie. No hay una persona que haya laburado con él que no hablara maravillas, y él no tenía más que halagos y palabras de afecto y admiración genuinas para todas las personas a las que mencionaba. No importa para dónde, ya sea una revista barrial de Helsinki o la CNN, el tipo ponía onda en cuanto reportaje le hicieran, y siempre daban ganas de irse a tomar un café con el tipo aunque uno no hubiera estado presente en la charla.

Lo vi de cerca dos veces. Una ya la conté en este blog, en la entrega del Premio Clarín del año pasado cuando estuve sentado justo detrás de él. La otra también fue gracias a Clarín, en 2001 para la Feria del Libro. Era un programa radial de Magdalena en un estudio que habían montado en la Rural con el impresentable Andrés Oppenheimer, el gil que había ganado el Premio Clarín el año anterior y un montón de humoristas que salían de un panel de Ediciones de la Flor (recuerdo a Hermenegildo Sábat, Quino, Maitena, Rudy y Fontanarrosa). Yo estaba en un rincón, callado sin poder creer a los monstruos que tenía al lado. En un momento Magdalena le empieza a preguntar a Quino por Mafalda, que cómo era terminar con un personaje exitoso, que si se extrañaba, etc. Lo tenía a Fontanarrosa al lado, y le dije en voz baja "¿Y por qué no te pregunta por Boogie? Vos hiciste lo mismo con Boogie". Me miró con una media sonrisa y cara de "así es la vida". No es muy memorable mi anécdota Fontanarrosa, pero es lo que hay...

Y como homenaje, el de otro grande pero de la nueva camada: éste es el recuerdo de Liniers en La Nación. Inmejorable.



11.7.07

Un libro copado

Un par de posts atrás comentaba que le tenía echado el ojo a una edición de "Jonathan Strange & Mr. Norrell", de Susanna Clarke. Fui y desenfundé mis morlacos. Y, al contrario de lo que pensaba por verlo en la vidriera de la librería, no era un tapa dura mass market sino la primera edición tapa dura en el mercado norteamericano, de 2004 - y resultó ser, como objeto, un libro hermoso.

En los mercados "desarrollados" del libro (o sea, donde se lee y se vende mucho) un mismo título tiene varios ciclos de circulación: sale primero en hard cover (tapa dura) con un precio alto, para los que quieren leerlo antes y pagar el "premium" de una buena impresión; después en trade/paper back (la edición en rústica en la que sale el 99% de los lanzamientos en la Argentina) con un retraso de varios meses, con un precio menor para los lectores que no les interesa esperar unos meses con tal de pagarlo menos; y finalmente una cantidad de versiones del pocket book (colecciones de libros de bolsillo, clubes del libro, ediciones de aeropuerto, etc.) a precios más o menos tirados. Las variaciones de precio de una edición a otra son bastante grandes, pero los libros de tapa dura venden mucho y se imprimen en cantidades, por lo que la producción de libros en tapa dura está muy desarrollada y hacen productos que realmente tienen onda. Este libro es uno de ellos.

Para empezar, el formato es incómodo para leer en el colectivo (un libro de 780 páginas, por definición, es incómodo en el colectivo a menos que uno lo filetee en 4 volúmenes de 200 páginas), pero el papel es de buen peso, tacto y color, los márgenes de las páginas son generosos, la encuadernación es robusta y con detalles "de la vieja escuela".

Pero donde los diseñadores realmente se pasaron es en el toque de época. La trama de la novela pasa en Inglaterra a principios del siglo 19, y habla de dos magos - una mezcla de fantasía con ficción histórica, supongo (leí los primeros dos párrafos y la contratapa, más comentarios cuando avance). El primer toque de época está dado por la sobrecubierta:

Una tapa simple, efectiva, pero sobre todo con un diseño y tipografía que imita a las portadas de los libros de esa época - además del detalle de que las letras y el diseño del cuervo están en relieve, lo que les da una onda impresionante, y de que "en persona" el negro y el blanco son muy intensos, o sea que entre las tapas colorinches y llenas de dibujitos de la mayoría de los libros esta, sin ser minimalista, destaca por lo simple. Todo el diseño de interiores (desde la tipografía hasta la portada, la portadilla, las ilustraciones y detalles como las cajas tipográficas o los números de página) están hechos con el mismo criterio "de época".

Y el toque maestro está en el lugar menos esperado: el borde de las hojas
Los tipos no guillotinaron el borde de las hojas, con lo que quedó este reborde "desprolijo. ¿Por qué es un toque maestro? Porque en el siglo 18/19 los libros se vendían en folios sin cortar ni encuadernar (técnicamente, "en rama") y cada lector se encargaba de ir a su encuadernador amigo o de encuadernarlo en casa (un arte casi perdido). O sea, con un toque mínimo, pero sobre todo creativo y original, hicieron no sólo que este título se distinga de todas las demás ediciones en tapa dura, sino que cada ejemplar sea único - el perfil de las hojas es una huella digital, no hay dos libros idénticos.

No aparece el nombre del diseñador o del editor del libro, pero supongo que en esto tiene que ver el hecho de que la autora haya trabajado varios años como editora en Inglaterra: como objeto, este libro es de los más pensados de cualquier biblioteca, y destaca en las áreas de producción en las que generalmente nadie piensa más de dos segundos. Y lo mejor es que no está hecho simplemente para destacar ("en la tapa va cualquier cosa, no importa, total es sólo el packaging del libro") - todas las elecciones son una extensión del tono y el mensaje de la novela, esta misma edición para "American Psycho" es un fracaso. Tener el libro en la mano ya pone al lector en clima para lo que hay en las páginas.

Es para sacarse el sombrero.

UPDATE: otro motivo para enamorarse: el libro entero (como, en realidad, no podía ser de otra manera) está compuesto en tipografía Baskerville, acorde a la época, al lugar, y sobre todo al buen gusto de esa tipografía clásica y hermosa (aunque, para los diseñadores modernos, demasiado pesada y arcaica). No sólo eso, sino que al final del libro hay un párrafo acerca de la historia de la tipografía Baskerville y una breve comparación con la Caslon, la otra tipografía clásica inglesa. Así se hacen los libros, he dicho.

9.7.07

Nieva en Buenos Aires

Hermoso. Raro. Sonrisa de esas que no tenía desde los 10 años, y la cara de éxtasis de Maite mirando por la ventana y repitiendo todo el tiempo "qué lindo, nieve". Un viaje en colectivo por lugares que eran otros sólo por un aguanieve que se derretía antes de llegar al piso. Unos chicos en la vereda de enfrente de casa juntaron copos de los techos de 4 autos diferentes para hacer algo que pretendía ser una bola de nieve para tirarse por la cabeza. El informe de tiempo con "nevadas moderadas". El imbécil que, para las cámaras, peló una reposera y se quedó en malla. Los carteles de Crónica TV en azul con bordes blancos. El diseñador previsor de TN que armó un ícono de nevada para el cuadrito con el que anuncian el clima en una esquina de la pantalla (su jefe le debe haber dicho "no pierdas el tiempo").

Eso y mucho más, pero al menor síntoma de malestar corran a los sótanos y cierren puertas y ventanas. Si ven uno de estos, estamos fritos a menos que aparezcan estos

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Página/92

Con un grupo de taller literario, hace ya bastante tiempo, armamos un mecanismo de control de calidad literaria: para saber rápidamente si un libro era bueno o malo había que leer la página 92.

Hay algunas suposiciones detrás del método que no son necesariamente falsas: básicamente, que la calidad literaria se distribuye de forma pareja a lo largo de todo el libro, con excepción de las primeras y las últimas páginas que tienden a ser más cuidadas, y que entonces una página del medio (otra suposición es que 200/300 páginas es el promedio general de páginas) va a ser representativa. Otra suposición, menos estadística y más poémica, es que la calidad de la escritura está en el tono, y que eso es fácilmente reconocible. O sea, el método no tiene en cuenta la estructura del relato, y sirve para relatos "homogéneos" en los que no hay saltos estilísticos.

Lo mejor del sistema es que, a grosso modo, y dentro de ciertos parámetros, funciona: con la gente del taller agarramos unos 10/15 libros y, efectivamente, las páginas 92 de lops buenos autores estaban muy bien, la de los más o menos no impactaban y las de los libros berretas eran berretas.

Esto va a que, como soy genéticamente incapaz de resistir una provocación, levanto el guante de la invitación de Matías y copio el segundo párrafo de la página 139 del libro que estoy leyendo en este momento:
I do not blush at the difference between our ages? Why should I? You men are so conformist in love, so provincial in imagination; that is why we have to flatter ou, to prop you up with little lies. So: I was thirty-five, Gustave was twenty-four. I state it and pass on. Perhaps you do not want to pass on; in which case I shall answer your unspoken question. If you wish to examine the mental condition of the couple entering into such a liaison, then you do not need to look at mine. Examine Gustave's. Why? I will give you a pair of dates. I was born in 1810, in September, the 15th day of the month. You remember Gustave's Madame Schlesinger, the woman who first cicatrised his adolescent heart, the woman with whom everything was doomed and hopeless, the woman of whom he used to boast furtively, the woman for whose sake he had bricked up his heart (and you accuse our sex of vain romance?). Well, this Mme Schlesinger, I happen to know, was also born in 1810, and also in September. Eight days after me, to be precise, on the 23rd. You see?

El libro es "Flaubert's Parrot", de Julian Barnes, un texto extraño y bastante posmo sobre un tipo obsesionado por Flaubert, o un exorcismo del fanatismo de Barnes por Flaubert, o un libro de miniensayos flaubertianos, o la novela que Piglia y Aira hubieran querido escribir juntos pero no pudieron porque Barnes les pasa el trapo a los dos.

En lista de espera hay un par de libros para reseñar del Herald (un bodrio de Chitarroni del que leí la mitad y no pienso continuar, la nouvelle de Villoro que sacó Interzona, algo más que no recuerdo), una pila de libros de la liquidación de verano de Amazon que estuve mirando en el fin de semana, "Jonathan Strange & Mrs. Norrell" (lo vi barato en una librería porteña, el martes le voy a hincar el diente), algunos de esos que siempre están en la lista o que empecé y dejé hace bastante y que aleatoriamente agarro para darles una segunda oportunidad (el de Barnes, por ejemplo, lo dejé en la página 3 cuando tenía 18 años, y ahora lo estoy disfrutando). Pero todo esto, por supuesto, es hasta la semana que viene: para ser exactos, hasta el viernes 20 de julio a las 8:01 de la noche. A esa hora me voy a hacer de mi ejemplar del séptimo libro de Harry Potter gracias a mis amigos de la librería SBS, y a partir de ese momento no me molesten porque voy a estar MUY ocupado.

3.7.07

Humille, maestro

De Augusto Monterroso, el maestro absoluto del texto breve, el comentario más acertado sobre el boom latinoamericano de los 60 y ese mito europeo del realismo mágico.

Dejar de ser mono
El espíritu de investigación no tiene límites. En los Estados Unidos y en Europa han descubierto a últimas fechas que existe una especie de monos hispanoamericanos capaces de expresarse por escrito, réplicas quizá del mono diligente que a fuerza de teclear una máquina termina por escribir de nuevo, azarosamente, los sonetos de Shakespeare. Tal cosa, como es natural, llena estas buenas gentes de asombro, y no falta quien traduzca nuestros libros, ni, mucho menos, ociosos que los compren, como antes compraban las cabecitas reducidas de los jíbaros. Hace más de cuatro siglos que fray Bartolomé de las Casas pudo convencer a los europeos de que éramos humanos y de que teníamos un alma porque nos reíamos; ahora quieren convencerse de lo mismo porque escribimos.
( del libro Movimiento perpetuo)

2.7.07

Paradojas del homofóbico argentino

Argentina es un país realmente hostil a la diferencia en la forma que fuere, proclive a la discriminación en formas leves, moderadas y a veces burdamente pronunciadas. De todos los grupos discriminados, los que son despreciados más impune y abiertamente son los homosexuales.

Y, como corresponde, mientras más arraigada sea un área de la sociedad, más encarnada va a estar esa masa de odio discriminatorio. El caso más flagrante es el fútbol, un ambiente en el que cualquier insinuación de homosexualidad es un escándalo nacional, en el que los que declaran su homosexualidad son excluidos o agredidos y en el que la palabra "puto" es uno de los insultos de más grueso calibre y de más frecuente intercambio (siempre en su variante pasiva, porque si bien los demás "son todos putos", nosotros "los vamos a coger", manteniendo nuestra virilidad más allá de toda cuestión por alguna virtud teologal desconocida).

Y sin embargo, pocas actividades tan cercanas a aquel ideal griego de la amistad y confraternidad entre varones que el fútbol, un mundo en el que no hay mujeres pero sí vestuarios, contacto físico, sudor, jadeos, emociones fuertes.

Y como para muestra basta un botón, miren si no la ternura en esta foto del partido de esta noche de la selección:


¿Qué hubiera pasado si se partían la boca de un beso, de la pura alegría de festejar un gol entre dos personas que se quieren? ¿Exigirían la sangre de estos dos jugadores, la expulsión de la selección, comenzarían las exégesis condenatorias de todas las jugadas que hicieron en sus vidas?