15.9.08

La porteñización del mundo

Estuve unos días en Colón, Entre Ríos, lugar que ya conocía y que es más que recomendable para unas pequeñas vacaciones de perfil bajo. Mi recuerdo de Colón era el de mi última visita en verano de 2005, un pueblo grande amable, modesto, sin pretenciones en el que el corso del pueblo y la Fiesta Nacional de la Artesanía eran acontecimientos cúlmines y donde se podía ver en una explanada del puerto un recital del crédito musical local, el cómico y cancionista "Gaucho Bataraz", mientras en el fondo montaban unas parrillas inmensas que despachaban choripanes.

Rsulta que en 3 años Colón se revolucionó - ahora está lleno de hoteles, otelitos, hoteluchos, cabañas, cabañitas y bungalitos, de edificios en construcción de 3 plantas o más, de carteles de "se alquila para turistas", de desarrollos turísticos en barrios que antes eran descampados. En los últimos años la población saltó a 30,000 habitantes, y ciertas cuestiones de infraestructura están por reventar (rutas, agua, cloacas, etc.).

Hablando con Susana, la mujer que nos había alojado ennuestras visitas anteriores, quedó claro que más que nada los cambios culturales llegaron con la epidemia de PBP (Porteños Boludos Ponecabañas).

Los PBP son una variante degradada del PBPB (Porteño Boludo Ponepousadas en Buzios), sólo que con el cambio como está el sueño de "me retiro en la isla y a la mierda con todo" se hace imposible.

Los PBP van en manadas, y tienen un patrón de conducta estacionario: en verano visitan un lugar, y se pasan toda la estadía pensando en que a) el pueblio este es una veta de oro, b) las cabañitas estas yo las podría tener mucho mejor, c) el negocio es seguro y con esto me planto para toda la cosecha. En el otoño revientan ahorros o consiguen plata de parientes, en invierno compran un terreno y reparten guita por el pueblo, el verano siguiente ya inauguran la primer versión del emprendimiento.

Porque los PBP tienen un plan, y es básicamente conquistar el mundo. No tienen idea del negocio, aprenden sobre la marcha, ven cómo la corriente se lleva los cadáveres de los que lo intentaron antes que ellos pero no, vamos para adelante, ellos no tenían la viveza que yo tengo, ésto es un golazo. Y ahí van, a poner negocios "sin saber el oficio y sin vocación", a decir de Serrat, olvidados de que ser entrepreneur está muy paquete pero que tener un hospedaje significa lidiar con clientes hinchapelotas y proveedores poco confiables y las 17 maneras de ahorrar en el desayuno o de pedalear a los cobradores de la lavandería.

Susana, que desde hace añares tiene un par de casitas en alquiler y que con mucho esfuerzo a lo largo de años construyó un pequeño hotelito, nos contaba que el hotel sin estrenar lo puso en alquiler, que ya como estaba el asunto no era negocio. "Hay demasiados lugares nuevos, y como no les cierran los números empiezan a bajar los precios a lo loco," nos contaba. "Vienen con la plata en la mano y construyen en un par de meses, después se dan cuenta de que en las vacaciones, en Semana Santa, en los fines de semana largos, esto se llena pero que el resto del año es difícil y los costos hay que pagarlos todos los meses."

Hay una variante del PBP, que es el PBP radicado: se puso las cabañas para irse a vivir, para criar a sus hijos en "un lugar más sano" (en el que ellos estén más cerca de la punta de la pirámide que lo que estaban en su Belgrano/Barrio Norte natal), para "salir de la locura". Y ahí los ves, negreando a un par de laburantes del pueblo, controlando que no falten mermeladas regionales en el desayuno. Los que no se radican siempre tienen un pariente pobretón de confianza para mandar a vivir a las cabañas para manejar el negocio en el invierno.

Tienen una ventaja natural por sobre los locales: los PBP entienden a los PTH (Porteños Turistas Histéricos), una especie que paga 2 pesos pero exige 200, que enloquece ante las huevadas más sutiles, que espera ser tratado como los ingleses en las colonias africanas. Los locales son demasiado relajados para esa caterva de rompebolas, gente dispuesta a hacer escándalos por cada sabana, por los 5 minutos de más que tuvieron que esperar por una parrilla, por la marca de papel higiénico, por el té que les sirven con el desayuno. Saben qé piripipíes en una página web impresionan más a los turistas porteños, y son los únicos que comprenden por qué alguien que está de vacaciones podría necesitar y querer conexión wi-fi en el medio de la nada.

Colón muestra, ahora, los síntomas más claros de la infección de PBPs. Lo bueno es que se cura con el tiempo: a medida que van quebrando, juntan la plata para poner parripollos, una cancha de paddle, un plazo fijo. Quedan los restos, las cabañas vacías o convertidas en alojamientos baratos, alquiladas a los locales, okupadas, derruidas. El viento soplando sobre las ruinas.

10.9.08

V, sus libros y la lectura

Cada vez que me cruzo con V, le comento cuánto me gustó su novela SA. Él, invariablemente, me responde "Pero tenés que leer GAS, que es mucho mejor".

Leí GAS.

SA es un policial negro ambientado en la dictadura, que leí de un tirón en una tarde. El personaje es genérico pero cierra, la historia tiene todas las vueltas que tener, etc. Digamos, algo así como "El quinteto de Buenos Aires" de Vázquez Montalbán, con la que de hecho comparte algunos puntos de la trama (y comparar a un libro con Vázquez Montalbán no es moco de pavo).

GAS tiene una historia más tenue, quiere dejar todo en el aire, busca una "contemporaneidad" haciendo referencias a Internet que pasaron de moda 6 meses antes de ser escritas (y que ponen en evidencia que V no es de la generación Internet, y que tratar al chat y el Word como Asimov describiría a un tetraclorificador de oxorobotimetilclorhidreno venusino es tan ridículo como insostenible). Tiene, por llamarlo de alguna manera, más "aspiraciones", un tono más "singular", un intento por hacer algo "diferente". Escuché a varias personas coincidir con el diagnóstico del autor, "GAS es una novela mejor".

Pero qué quieren que les diga, me quedo con SA.

Pero entiendo perfectamente por qué V dice que el otro libro "es mejor", por qué lo defiende. Y quizás yo diga lo mismo de mis textos, defiendo los que dan un perfil más defendible, los que son más digeribles para un cierto lector que no traga las novelas policiales que empiezan y terminan y cierran y funcionan y ya. Defiendo lo que parece defendible, en definitiva, y pongo al costado cosas menos "elaboradas" que, dicen algunos, se leen mejor.

¿Uno se enamora de la técnica? ¿Quiere lo que supone que los otros quieren? ¿Confunde "raro" con "mejor"? ¿Cree que más trabajado da mejor resultado? ¿Estamos todos locos? No sé, pero lo que me queda claro es que el criterio del autor no es el mismo que el criterio de quien lee: del autor al lector hay un camino como de acá a la China.

3.9.08

Obsesión ataca de nuevo

La obsesión persiste, y ahora caí en el lugar común: cansado de leer comentarios en foros y sitios de fanáticos que la señalaban como la "mejor lapicera jamás fabricada", y mientras espero la oportunidad de hacerme de una Lamy 2000 (ya va a venir, pero por ahora me gasté parte el presupuesto estilográfico en la compra que acabo de hacer), me hice de una Parker 51. Más específicamente, de una Parker 51 de fabricación argentina de la década del 60, sin capuchón de oro ni piripipíes de ninguna especie. Una lapicera para usar, para meter en el bolsillo y escribir y ya.

Se ve así:
Las Parker 51 fueron el modelo más vendido de Parker, y la primera reacción de la gente a la que se la mostré hasta ahora es "mi viejo/tío/abuelo tenía una igual". Carga tinta de botella con la famosa bomba "apriete 4 veces" (hasta ahora no terminé la carga con la que me la dio el vendedor: una ventaja de estas lapiceras es que cargan mucha más tinta que un cartucho promedio), que para los interesados se llama "sistema aerométrico".

Párrafo aparte para el vendedor: la compré por un sitio de remates en Internet a un fanático de las lapiceras, coleccionista de Parker 51 en particular, y pasar a buscar la lapicera fue la excusa para una charla en la que aprendí toneladas de cosas. Los fanas de las lapiceras son gente interesante.

¿Veredicto? Una maravilla. Es como escribir con nada: flota sobre el papel, el peso y el balance en la mano son perfectos (ni demasiado liviana ni demasiado pesada, no tira para la pluma o para el capuchón, no cansa la mano), la tinta no falla. Dan ganas de escribir - cuando llegué a casa me puse a probarla en el cuaderno donde esoy escribiendo una novela, y escribí cinco carillas de un tirón (después taché dos, pero no es culpa de la lapicera).

Y la mejor parte es que es una lapicera "vivida": tiene un par de marcas de uso en el capuchón, tiene 40 y pico de años de carrera (y tira 40 más por lo menos), tiene una historia atrás. Tiene mística - boludeces, dirán los desocupados lectores, pero en algún lugar remoto de la cabeza esas boludeces hacen que escribir con esa lapicera tenga un ritual, una carga, algo distinto.

Y conste que yo era de los que decían que esas cosas eran todas boludeces.