29.5.07

Livin' la vida cuerda

Hace unos años, la mejor fiesta que organicé fue un 31 de diciembre después de medianoche. Mis viejos estaban de viaje y con mi hermano convocamos a amigos, conocidos, amigos de conocidos y todas las personas que pudieran entrar en la casa con la condición de que trajeran una botella de algo. No había visto antes a la mitad de la gente que vino, la casa se llenó de gente, el último se fue al mediodía del día siguiente y a la tarde llenamos con mi hermano un baúl de R12 break con las botellas vacías. Y no se rompió nada de la casa.

O un año antes, que para mi cumpleaños conseguimos un equipo de sonido pro y armamos en el fondo de casa el segundo (y último) recital de Los Jóvenes Aprendices (la banda en la que tocaba con Txurlo y Poison un repertorio de Zeppelin, Floyd, Beatles, canciones nuestras y algunas cosas inclasificables) para 50 personas. Los vecinos tocaron el timbre amenazando con llamar a la policía y todo.

El viernes pasado hicimos una fiesta con manteles, torta y posters de los Backyardigans, bebés corriendo por todas partes, un enchastre símil Sarajevo, canciones de María Elena Walsh y muchos parientes. El éxito fue soplar la vela cuatro veces, cantar el feliz cumpleaños y ver a la carita más hermosa del mundo abriendo los regalos.

Qué bueno haberlo hecho, qué bueno hacerlo. Y ya lo dijo Drexler: No entiendo cómo podía vivir antes (tampoco estaba pasándolo mal antes).

27.5.07

Con los botines de punta

Aaron Sorkin es un grande, y el jueves pasado lo demostró en una lección maestra de cómo salir de un rincón con los botines de punta.

Sorkin es el pibe maravilla de los guiones televisivos estadounidenses: patentó la frase "You can't handle the truth!" en A few good men, inventó, desarrolló y escribió las mejores temporadas de The West Wing (las gloriosas primeras cuatro temporadas), etc. El año pasado anunció que su siguiente proyecto de serie sería Studio 60 on the Sunset Strip, un proyecto faraónico con un elenco de la puta madre (varios de los mejores actores de West Wing -Josh Lyman, Danny Concannon- más Mathew Perry, Amanda Peet, Sarah Paulson y varios comediantes de standup) y presupuestos acorde. Gran expectativa, súper revuelo de prensa, etc. Estreno espectacular, y después de los primeros capítulos la serie empieza a caer en rating.

A mí, la verdad, me gusta la idea (el detrás de escenas de un programa de comedia tipo Saturday Night Live), y me interesaron lo suficiente los capítulos como para descargarlos y verlos sistemáticamente, pero la octava maravilla no es. O sea, no es West Wing, y hace ruido sobre pocas nueces, pero sigue teniendo la marca registrada de Sorkin: mejor diálogo que cualquier otro programa, un elenco de aquellos que da gusto ver, ideas interesantes.

Pero la crítica le dio con un palo, los blogs le dieron con un caño, y finalmente el fuego cruzado terminó con un hiato en la producción y la nop renovación del contrato para una segunda temporada. Después de suspender la serie en febrero, se dio un capítulo la semana pasada y otro más esta semana, y kaputt.

¿Cómo se hace un capítulo de "regreso" cuando ya se anunció la cancelación del show? ¿No se acusa el golpe, se agacha la cabeza, qué? Sorkin es un grande, y optó por salir con la frente alta y los botines afilados y en punta.

Primero, llamó a Alison Janney, un peso pesado de West Wing (C. J Cregg) para que se cargue el capítulo a los hombros haciendo de estrella invitada del show. Lo que, además, revivió la química que tenía en cámara con el actor que hacía de Danny Concannon. Y llenó el programa de referencias a West Wing.

Después, sacó de la pantalla a Bradley Whitford, Matthew Perry y Amanda Peet, como diciendo "ellos en esto no tienen nada que ver". Son los personajes principales de la serie y no aparecen ni un segundo en pantalla en todo el capítulo.

Y finalmente se despachó con un capítulo glorioso llamado The disaster show, sobre una emisión del programa en la que sale todo mal - hay una huelga de personal del estudio, se ven cosas desastrosas en cámara, hay una amenaza de bomba, ella pifia todos los parlamentos, todo lo que puede salir mal sale peor. Alison Janney, presentadora invitada, se desespera, y el elenco estable se caga de risa y dice "cada 2 años hay un programa que sale muy mal, y lo pasamos, y a las dos semanas ya nadie se acuerda y nosotros seguimos laburando en esto porque la culpa de todo te la van a echar a vos". En la escena final, en la que saluda el elenco, ella está histérica por todo lo que salió mal y desde el control el director le dice "te vas a dar cuenta de que en el fondo la pasate bien, y que esto es una mejor forma de ganarse la vida que cavar pozos". Ella se sonríe y agradece.

O sea: manga de pelotudos, déjense de joder porque a) es apenas un programa de televisión, b) esto pasa todo el tiempo, c) no se quejen porque tan malo no es, d) por más que el programa sea un desastre, la vida continúa. Sorkin ya lo había hecho antes, cuando en un capítulo de West Wing les pintó la cara a los críticos de los foros de Internet tratándolos de fracasados ignorantes que hablan de lo que no saben (en el capítulo Josh Lyman se pone a discutir con sus "fans" en Internet que entienden lo opuesto de todo lo que él dice), y en varias entrevistas dijo que las críticas al programa vienen de ex-escritores fracasados de comedia y bloggers cebados que no entienden un soto de nada y no tienen nada mejor que hacer.

No te des por vencido ni aún vencido, Sorkin. Te bancamos a morir.

21.5.07

Salieron con el voto portugués los decimoterceros en Eurovisión

... ellos que juraban comerse la vida y fue la vida y se los reventó.

Eurovisión es una especie de concurso decadente de la canción europea en el que siempre gana algún mequetrefe ejecutor de baladas baladíes. Cada país participante manda una banda, votada por el público, que canta una canción.

Pues bien: los irlandeses este año mandaron a los Dervish. Y resulta que salieron últimos. De todos. Los votó Albania y sacaron cinco miserables puntos. Les pasaron por encima, pusieron marcha atrás para pisarlos de vuelta y los volvieron a atropellar.

Pero es absolutamente injusto: Dervish es una banda DE AQUELLAS, ejemplo perfecto de lo que es tener groove: la sintonía entre los músicos es impecable, tanto en los contrapuntos de los melodistas como en el machaque salvaje de la sección de ritmo (una mandola y un bouzouki en lugar de una guitarra, o sea que están todo el tiempo dándole sin asco con más síncopas que el carnaval de Montevideo). Altísimamente recomendados de la casa (aunque no soy muy afecto a la voz de la cantante en algunos temas), para los que quieran un ejemplo acabado de cómo suena una gran banda 100% irlandesa que sigue pateando culos hoy en día (aunque en Eurovisión los hayan pateado a ellos).

ACTUALIZACIÓN: escuché la canción que presentó Dervish (They can't stop the spring), y tiene dos graves defectos: a) suena a cualquier cosa menos a Dervish, y b) es una basura. (por no agregar que el playback que hicieron no se lo creían ni ellos). Pero cualquier tema de The Boys from Sligo o Harmony Hill alcanza para confirmar que los muchachos sí saben lo que hacen.

17.5.07

Los espantaculos






En una película de Luis Sandrini hay una escena que quién sabe por qué trauma no resuelto de la infancia me quedó en la cabeza: un grupo de chicos sentados en el escaloncito de afuera de un almacén hasta que el dueño del almacén sale con un balde de agua y moja el escaloncito para que no se sienten y le espanten clientes.

Bueno, resulta que Internet da para todo: un sitio lleno de fotos de espantaculos (aparatos puestos por los dueños de escalones, canteros o cualquier otro lugar en el que uno podría asentar las posaderas para que no se produzca el asentamiento).

El concepto es la "arquitectura del control", o sea elementos de arquitectura diseñados para controlar la conducta de la gente (que no se metan donde no deben o donde no pueden, por eso muchas de las fotos son de tomas de agua o bordes de edificios). Idea interesante, sobre todo porque convierte a cualquier edificio en una cámara de torturas medieval.

Y, por otra parte, es como porno gratis y exhibicionista para los sadomasoquistas del mundo...

16.5.07

Shhhhhhhhhhhh... parte 2

El post anterior critica a un artículo del New York Times. Vía Wimbledon, llego a este otro artículo del New York Times que le pone un poco de fundamento científico a las críticas.

Los tipos armaron un grupo de canciones en MP3 e invitaron a entrar en un sitio de Internet. Ahí se podían escuchar, rankear y descargar. Sin saberlo, las personas entraban en uno de nueve grupos: un grupo veía las canciones sin ningún ranking de descargas o de preferencias de los demás usuarios, y los otros ocho grupos tenían acceso a diferentes subconjuntos de estadísticas y canciones. El resultado es que las mismas canciones en distintos grupos actuaban siguiendo los movimientos iniciales: una canción que en el grupo A estaba primera por lejos en el grupo D estaba a los premios, y la diferencia era que desde el principio del experimento en un grupo figuraba alta y en otro muy baja (todos habían empezado en 0, o sea que el ranking en un grupo u otro no estaba manejado por los investigadores).

Resumiendo: es imposible predecir lo que va a funcionar o no en los mercados culturales porque la historia del mercado cultural es un factor importante en las decisiones de los consumidores. O sea, mientras más gente elija un mismo producto, más gente lo va a elegir; si poca gente lo elige, las posibilidades de que otras personas lo elijan se reducen. Elegimos basados en lo que eligen los demás, o lo que creemos que eligen los demás. Y eso no se aplica sólo a la cumbia, Popstars, High School Musical y Harry Potter. Cuando el año pasado alguien descubrió a Sándor Marai toda la intelligentsia saltó a leerlo en bloque; cando algo no es elegido de una manera visible (o sea, comentado, predicado, mostrado, etc.), se hace más difícil que otros lo elijan, o incluso es más fácil que reciba opiniones negativas.

O sea: hacemos como el vecino. Schutz, un pope de la antropología, decía que construimos nuestra conducta según cómo creemos que el otro nos ve, y que eso varía de grupo en grupo. No somos tan "yo" como creemos.

Shhhhhhhhh...

El New York Times tiene una verdadera perla: un artículo en la sección de negocios que habla sobre coómo construir un bestseller y que se maravilla del estado de amateurismo de los estudios de marketing de las editoriales.

Dejemos de lado los números (de ventas, de dinero y de anticipos) que se mencionan en el artículo, y el hecho de que ignore 20 millones de factores que tienen que ver con la esencia del oficio de editar y del mercado literario, que no sólo es distinto del de los sachets de leche y los automóviles sino que es distinto también del de las películas y los CDs. Dejemos de lado que quien lo escribe entiende tanto de libros como yo de la construcción de una planta nuclear.

Lo maravilloso es ver un "análisis" tan primario en el que, otra vez, se filtra tanto el sentido común de una sociedad torcida más allá de todo límite: el horror con el que el escritor habla de los estudios de marketing que no se hacen, de la inconciencia de los editores que trabajan por instinto, de la "falta de profesionalismo", es gracioso si no fuera patético (sobre todo porque no habla de editoriales independientes o universitarias, sino de algunos de los conglomerados editoriales más fuertes y codiciosos del planeta, aunque los piratas editoriales más sedientos de sangre son las editoriales alemanas).

Como dije al principio, un artículo imperdible. Ah, y llegué a él por otro blog imperdible, Editado.

10.5.07

Lado B: Nazarena

Recuperando el ritmo, vamos con otro Lado B (también disponible en Derrames).


Natural no es. Quince minutos de maquillaje para salir a la calle a cara lavada, dos horas de producción antes de cada sesión de fotos, tres cambios de vestuario para las veces en las que la agarran con lo primero que encontró. Pero eso, que sea natural, está entre las tantas cosas que no le piden. Nunca se esperó nada de ella, pero ahora se esperan tantas cosas más y tantas cosas menos que ya perdió la cuenta: a veces actúa como si el mundo dependiera de sus caídas de ojos, otras como fuera impune e invisible; a veces actúa los caprichos de una reina, otras llora las desgracias de la última de las sirvientas. Los escándalos la encuentran con la misma facilidad con que sale a buscarlos, y ya tomaron vida propia. Aprendió a hablar en titulares de revista, y también a hacer propias las frases que le habían inventado cuando sus fórmulas no alcanzaban. La sorpresa la abandonó hace tiempo, por más que camine entre los estragos de sus acciones como si descubriera con cada paso alguna extraña suerte a la que está destinada.

Al principio guardaba en una carpeta los recortes de las notas en las que la mencionaban, aunque más no fuera como una de las personas que estaban al fondo de la foto que protagonizaba alguien realmente famoso. Hoy paga un sueldo todos los meses para que alguien rastree y organice sus apariciones en los medios, y apenas si tiene tiempo al final del día de revisar la lista de titulares que le acerca su asistente. Sabe, por más que no se lo reconozca ni a sí misma, que en los largos años que sigan al estallido en el que ahora se consume se alimentará de cada una de las líneas y las imágenes con las que ahora se satura: una foto sobreexpuesta que se decolorará cuando llegue su momento, no hacia los tonos naturales que ella desearía sino hacia alguna versión fantasmal del blanco y de la extinción.

Pero hay otro motivo por el que sus ojos no se desprenden de la próxima oportunidad de mostrarse, y la siguiente, y la que venga después de aquella. Detrás de su cuerpo trabajado por el deseo de ser otra persona, dentro de las horas muertas llenas de todas esas cosas por las que sacrificó tantas horas, está el recuerdo de las noches en la que durmió sola, fea, despojada. Cada una de sus palabras de hoy conjura la desolación de los momentos en los que algún hombre la había abandonado alguna vez más, en los que los hijos por los que hoy se desvive eran una piedra alrededor de su cuello, en los que se vio igual a su madre y a sus tías y a todas las viejas gordas pobres solas feas de las que ella se había escapado, ella que por no ser ninguna de esas cosas había terminado siendo menos que nadie, menos que nada, la sombra de personas que tampoco llegaban a nada y que la dejaban en mitad de su camino a algún éxito mediocre para buscarla cuando ya descendían a un fracaso moderado, ella que sólo imaginaba un camino imposible hacia una cumbre inexistente y que para lograrlo se había vaciado hasta ser sólo éso, nadie y vacía.

Noches solas y feas y despojadas junto al cuerpo borracho de algún hombre que había llegado tarde y sin saludarla, hasta que una más de esas tantas noches decidió que sería la última, y se arrancó la ropa y hizo con ella una pelota de trapo, un nudo, una muñeca, y a ese amasijo de tela le puso su nombre, y lloró en silencio, y se encerró en el baño para golpearlo contra las paredes y ahogarlo contra su pecho y llorar más aún, para desanudarlo y hacerlo jirones y ver cómo se iba junto con el agua que hacía correr una y otra vez.

Y entonces, ya nadie, pudo llamar al único periodista que recibiría su llamado para ofrecerle lo único de ella que le podía interesar, y entonces las fotos con las que comenzó a darse forma, y las palabras con las que se moldeó a esa imagen, y la chica del momento que sólo está en el momento, y la perfección con la que se convirtió en una burla de sí misma. Entonces el fin de las noches, convertidas en una sola fiesta en la que se rodea de ojos y de cámaras para los que actuarse, un momento constante que intenta sostener por un segundo, un día, un poco más, algo más, porque sin eso qué, de vuelta a qué, quién y cómo, sin otra cosa que las cenizas de sí misma, sin más que un puñado de tiempo en las manos para llorar el tiempo que se le escapa entre los dedos.

6.5.07

Lado B: Adrián

Después de un silencio (de posteo pero no de escritura) vuelven los Lados B. Curiosamente, la frase "Lado B" la escuché o leí al menos 4 veces en el úiltimo par de semanas: saben los lectores de Lo Parió que aquí lo dijimos primero. Que no se cuelguen de mis gónadas, diría Moria Casán.
Sin más prolegómenos, un nuevo Lado B aquí y en Derrames.

Dos veces al año viaja a Miami a comprar ropa, y hace que su secretaria llame a todos los periodistas de espectáculos para que no se olviden de mencionarlo. Pero se cuida bien de que no haya ninguna cámara presente cuando llega al hotel todas las noches cargado de bolsas de las tiendas de descuento especializadas en prendas falladas y saldos de la colección anterior. Para el hijo que tuvo con su ex mujer elige juguetes caros, para la hija que ella tuvo con su primer marido lleva ropa de marca y para ella lleva alguna prenda de la última colección de Victoria’s Secret que puedan disfrutar juntos en los fines de semana que niegan ante la prensa.

Antes se quedaba en un hotel de tres estrellas barato que le había recomendado un primo, hasta que un actor le dio una copia de las llaves del departamento que había comprado con los sueldos que él le había pagado. Cada vez que entra se dice que en realidad debería haberle pagado menos así el que se compraba el departamento era él. Pero después piensa en los impuestos estadounidenses, en el fastidio de los aeropuertos (especialmente cuando el personal de tierra no accede a canjear su boleto de clase turista por un lugar en primera), en el escándalo que le armaría su contador, y se convence una vez más de que es mejor que otro pague el mantenimiento, y de que en todo caso los favores con que retribuye el uso del departamento no salen, en última instancia, de su bolsillo sino de los de aquellos que compran sus productos.

En las tiendas de marca, cambia las etiquetas en los productos de la nueva colección por las que indican precios de saldo. Su ex mujer fue la que le enseñó el truco, pero las primeras veces en que lo intentó terminó en las oficinas de seguridad de tiendas a las que ya no puede entrar. Después de esos errores de principiante aprendió a buscar las cámaras de vigilancia, a elegir etiquetas con precios bajos pero creíbles, a quitarlas y volverlas a colocar sin que queden evidencias, a elegir los cajeros más ocupados y menos expertos, a hacerles algún comentario para distraerlos cuando están por agarrar las prendas. Está orgulloso de las únicas actuaciones en las que sabe que las cosas salieron en verdad bien, las únicas en las que las personas que lo evalúan no son de alguna forma sus empleados, y por eso se viste con esa ropa cada vez que va a algún lugar en el que pueda haber fotógrafos.

Chequea su correo electrónico desde las computadoras de una biblioteca pública. No llama por teléfono a su casa. No visita museos. La primera vez que viajó solo hizo un tour en el que le mostraron las casas de las estrellas de cine. Como no entiende las películas sin subtitular de la televisión y detesta los programas del canal latino de Miami, compra DVDs pirata en la calle que ve en el departamento y que al volver a Buenos aires regala a la muchacha que le limpia la casa. Si algún turista lo reconoce finge que es otra persona, pero en realidad se alegra de que lo reconozcan. No lo reconocen muy seguido. Come en puestos de la calle, o recalienta comida para llevar en el microondas del departamento. La última noche de cada viaje se convida con una cena en algún restaurante con vista al mar, y si está de ánimo paga por compañía. Casi siempre está de ánimo.

3.5.07

Homo politicus

Las decisiones políticas están lejísimos (diría la Real Academia: "lejísimo", porque son gallegos y se comen las eses se comen) de lo racional. Ayer hablaba en la recepción de un lugar al que voy cada tanto por trabajo con una de las secretarias. Haciendo tiempo hasta que me atendiera la persona que tenía que ver, ella me pregunta si sabía a quién iba a votar en las elecciones de junio. Le digo que no estoy del todo decidido, a lo que ella responde convencidísima que va a votar a Macri.
¿Por qué, en el nombre del Buda por qué?
"Porque no quiero más un abogado, que venga un empresario que esos sí saben arreglar todo".
No dio el tiempo para aclarar que:
1- Los candidatos que se oponen a Macri no son abogados (Filmus es maestro, Telerman no es universitario)
2- Los empresarios se especializan en adminsitrar los recursos para hacer plata. Las ciudades se manejan administrando recursos para devolverle la plata a los contribuyentes. Fines opuestos.
3- Los empresarios trabajan para el bolsillo propio. Los intendentes ideales (no los reales, pero sí losideales) trabajan para el bien público y se van tanto o más pobres de lo que entraron.
4- Macri no armó empresas, manejó las de su padre.

O sea: esta buena mujer que vote a quien quiera, pero si hay algo que no pasa cuando se elige un candidato es un proceso racional. Así nos va.