31.1.10

Lugar común, la muerte

Murió Tomás Eloy Martínez. Una pérdida enorme para la literatura, para el periodismo y, sobre todo, para los que no les interesa dónde empieza una cosa y termina la otra.

Le debemos, un grupo de escritores que me incluye, la mejor nota sobre "Nueva Narrativa Argentina" en tapa en ADN, y sobre todo dos horas de charla en la que él hizo hablar, repartió la pelota, nos trató como estrellas, se interesó legítimamente en todos y cada uno, compartió alguna anécdota de Puig que escuchamos como en misa. Un señor, por sobre todas las cosas.

Poco después de esa nota, me envalentoné y le pedí referencias para una novela que empezaba a escribir (y que sigo escribiendo), novela en la que robo descarada y desesperadamente a La novela de Perón. Lo bombardeé a preguntas y consultas en una charla en la que me atendió con toda la generosidad y buena voluntad del mundo, respondiendo cada una de mis pavadas, pasándome fuentes y experiencias y consejos como si él no fuera el gigante que era y yo no fuera una hormiga pigmea con enanismo, y a pesar de que (yo no lo sabía entonces) ya estaba bastante enfermo del cáncer de pulmón del que murió.

De sus libros me siguen encandilando La novela de Perón, y El cantor de tangos (no se lo menciona mucho pero para me impactó muchísimo ese libro) Lugár común, la muerte (el más tristemente adecuado para mencionar hoy: habla de las muertes de distintos personajes, o de personajes muertos, y tiene entre esas crónicas una sobre Manuel Puig inolvidable, y otra sobre Perón y López Rega que es el auténtico realismo mágico), y varios de sus artículos periodísticos todavía me retumban en a cabeza (hay un link a uno de ellos en un post de hace unos meses, sin ir más lejos). No leí aún Santa Evita, debo ser uno de los 10 en el planeta que aún no la leyeron; justo ayer tuve en las manos en una librería la reedición de La pasión según Trelew (y me terminé llevando Aire tan dulce, de Elvira Orphée, pero esa es otra historia). Tengo alguno de sus libros en la montaña de ejemplares por leer, y otros (las Conversaciones con el General, La pasión según Trelew) que seguramente voy a estar agarrando pronto.

Lo muy poco que lo traté me mostró un gran tipo, y a ese gran tipo recordaré. Los libros están ahí, vivos y más vivos que nunca, en la biblioteca. Que descanse en paz; nosotros, a seguir leyendo, a aprender, a tomar algunos de sus tantos ejemplos.

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