3.9.06

Los piratas, parte II

Hay un comentario al post anterior que empecé a responder como comentario, pero en el camino se me aclararon algunas ideas que estaban sueltas en el post anterior y se convirtió en un post nuevo (en el camino, también, Blogger se lo comió cuando lo publiqué, así que ahora lo reconstruyo de memoria).

Empiezo por el final: el comentario terminaba diciendo que mi novela es cara e inconseguible, como los CDs de música irlandesa que bajo. Pues bien, Se esconde tras los ojos se vende a nueve pesos. Uno más que ocho y uno menos que nueve. No sé en qué definición de exhorbitancia cabe ese precio. La disponibilidad es otra cosa, los libros duran cada vez menosen los estantes y conseguir un libro con 6 años de publicado puede ser complicado pero es posible (conmozco gente que lo compró en este año, así que existir existe).

Pero el tema de fondo es otro. El tema de fondo es que el derecho de un autor sobre su obra tiene dos partes, y hay una que se bastardea y otra que se ignora olímpicamente.

Primero, está el derecho de explotación económica, que aparentemente se tiene que vivir con culpa. El comentarista seudonimado (mala costumbre, pero casi una regla del juego en Internet) dice que me tengo que dar por bien pagado porque recibí un anticipo. Bueno, para empezar ese anticipo (generoso, convengamos) fue un premio ganado en buena ley y con bastante orgullo por sobre otras 936 novelas.

Para continuar, en nada afecta el tema de fondo: cada copia descargada es una mano metida en el bolsillo del escritor. Los escritores no damos recitales en vivo, no vendemos remeras, no pintamos murales en patios de Palermo, no cobramos por hacer apariciones en los shoppings ni por animar bar mitzvahs tocando Hava Nagila. La única forma de sacarle algo de dinero (no para vivir de la escritura, algo virtualmente imposible, sino para pagar alguna cuenta y aunque sea tomarse un vino a la salud de todo el laburo puesto en cada cosa que uno escribe) es el famoso 10 por ciento sobre el precio de tapa - cuando las editoriales lo liquidan correctamente y todo eso, cosa que no siempre sucede. Que un músico diga que los discos son promoción de sus shows, o que las copias truchas de Mickey Mouse sirvan para que Disney venda más muñequitos, no son modelos que sirvan para la literatura. Y no hay por qué defender moralmente la postura: cada uno es dueño de su trabajo y de los frutos de su trabajo, sea el trabajo que sea.

Pero el otro derecho del autor, al que directamente ni se le presta atención pero que existe (en los códiglos legales y tratados internacionales), es el derecho moral sobre la obra. El autor es dueño también de qué se hace con la obra. Si a alguna delirante agrupación neonazi se le ocurre usar un texto mío para una campaña, yo tengo derecho a negarme por más que me paguen. Si no quiero que circulen copias electrónicas en Internet, o quiero que circulen de una forma y no de otras (por ejemplo, a través d este blog y no en edonkey) tengo derecho a que no ocurra. Como dice Mabelita Gldstein, profesora de la carrera de Edición, el derecho de autor, antes que un derecho económico, es un derecho humano, y eso se viola completamente si algún pelotudo agarra el scanner y se despacha con una "edición electrónica".

Por otra parte, hay un elemento ad hominem en el comentario que es todavía más inaceptable: vos nop te quejes porque cobraste, porque ganaste un premio. Que se queje tu editor, que es al que le sacan la plata. Primero, la plata se la sacan a los dos, y aunque no lo parezca (aunque las editoriales no lo entiendan y no actúen en consecuencia la mayor parte de las veces) la edición de un libro es un emprendimiento conjunto entre un autor y un editor. A ninguno de los dos le va bien si no le va bien al otro, y en todo caso que me muestren un beneficio para el autor en que circulen copias truchas en Internet de su novela. Por otra parte, supongamos que "Toledo que se joda porque cobró el premio" - ¿qué hacemos con las obras de otros escritores argentinos que circulan pirateadas en el mismo formato? Hay de casi todos, desde los obvios (Borges, Bioy Casares, Cortázar, etc.) hasta los más nuevos como Aira, Gamerro, Mairal y un larguísimo etcétera. ¿Qué hacemos con ellos? ¿Qué le inventamos a cada uno para que, cada uno por separado, se jodan por igual?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Si es por bastardear, también usted bastardea a los músicos. No sólo porque les roba (sus excusas son muy interesantes, muchos músicos las aceptan -y muchos otros no, pero para usted eso no importa) sino porque los pone en otro escalón. Músicos versus escritores. ¿Sabe usted que Dylan es candidato a premio Nobel de literatura? ¿Sabe que muchos escritores cobran por sus conferencias, como los músicos por sus conciertos y kermeses?
Y cuando me refería a lo exorbitante del precio que hay que pagar por su novela quería decir que pagar nueve pesos, o siete, o seis, por su novela, es exorbitante.

Anónimo dijo...

En un punto tenés razón, pero siguiendo tu razonamiento habría que prohibir Parque Centenario y todas las librerías de usado.

Además es mucho más sencillo y barato comprar un libro que bajarlo de Internet e imprimirlo. Leerlo de la pantalla me parece practicamente imposible.

Pablo Toledo dijo...

Cacho: la diferencia que señalo no la hago yo, es una diferencia real entre las disciplinas "de representación" y las que no tienen forma de representación. Si digo que un pintor puede exhibir su obra en una galería de arte y un novelista no, no estoy haciendo otra cosa que señalar lo obvio y no es ningún juicio de valor sobre la separación del arte.

Juan: hay editores que de hecho protestan contra las librerías de usados, pero ahí creo que juega otra cosa. Esos vendrían a ser canales de circulación secundarios del libro-mercancía, más que nada, y por cada argumento del derecho de autor y propiedad intelectual hay 45 del estilo de que nadie me puede prohibir hacer con mis libros usados lo que puedo hacer con mis autos, mis muebles o mis calzoncillos usados (bah, como poder pueden, pero de ahí a que alguien haga caso...). En todo caso, lo qeu circula es una obra ya autorizada por el autor en forma de objeto mercable, y no una apropiación de esa obra en cuanto texto - esa distinción me parece que separa los dos casos, aunque tenés razón en que es un caso ambiguo en los términos en que lo puse antes.

Anónimo dijo...

Donde se puede conseguir tu novela en internet?