16.12.06

Literatura de anticipación

En algún momento de 1998 empecé a escribir Se esconde tras los ojos, a partir de una anécdota que me contó un amigo de mis padres. Relaté esa anécdota como cuento, y me interesó el tono que encontré para contarla, y antes de que me diera cuenta el cuento era el capítulo 1 (lo sigue siendo en la versión final) y se fueron agregando historias, situaciones, personajes, y así llegué a la novela.

Para esa época, una modelo que había tenido carrera como Lolita estaba orquestando un regreso con bombos, platillos, semi-desnudos e imagen de "ahora que cumplí 18 saqué patente de comehombres". Me interesó la desesperación con la que se entregaba a la prensa, su forma de vivir la mediaticidad, el hambre de ojos que le mostraba a la cámara, y las fotos de esa modelo fueron en mi cabeza el rostro, el cuerpo y la actitud de Marga Arriazu, una de las dos partes de la ex pareja alrededor de la que gira la novela.

En la novela se cuenta (entre tantas otras cosas, y, como todo, en esa novela, de modo deliberadamente enrarecido) como Marga acepta por primera vez una sesión de desnudos totales, en una operación de prensa orquestada por su agente. Este mes, la modelo real sobre la que construí el personaje hizo una sesión de desnudos, la primera de su carrera, para una revista "especializada".

No estuve ahí, pero, hace ya 6 o 7 años, narré ese momento con estas palabras:

Cerca de la Plaza Congreso, el Prestigioso Fotógrafo de Modelos ordena a un asistente que desplace una de las luces hacia la derecha y acomode los pliegues de la tela que hace de fondo para la escena en la que sólo falta Marga, demorada en un taxi a la salida del Prestigioso Hotel Internacional. Unos minutos después ella hace una entrada magnífica, escoltada por el Agente que guarda el teléfono celular en el bolsillo de su impermeable inglés y se disculpa en nombre de su representada, mientras promete una sesión espléndida que compensará la brevísima espera. Marga esboza un saludo y busca con la mirada a la maquilladora y por un momento a la vestuarista, hasta que recuerda que esta última no será necesaria. Ya maquillada, sale del camerino en ropa interior y se acerca a las telas iluminadas por reflectores y paraguas que en realidad no protegen ni cubren ni paran si no que proyectan luz, una luz blanca que llena los pliegues de la tela y crea también sombras que Marga no ve, así como tampoco ve la tela, y no porque, como suponen el Fotógrafo y la Asistente y su Representante, esté asustada por dejar detrás de las cámaras la ropa que siempre puso entre ella y la lente, si no porque lo único que puede ver, como la luz en el fondo de un túnel obscuro que dicen ver los Actores que Han Muerto, es el punto obscuro en el medio de la luz, la lente de la cámara que absorbe todas las imágenes y las procesa y las devuelve no a ella si no a los otros, a todos los otros que desearán un cuerpo que no es el que en ese momento se ubica frente a la cámara que lo acerca y aleja, que no es el que el fotógrafo estudia complacido y acomoda con palabras ahora corteses pero profesionales y secas. Sobre papeles que reproducirán las mismas luces en las que ahora Marga se pierde, los ojos de los otros buscarán un cuerpo que se crea para ellos, el cuerpo que Marga proyecta pero no posee, que sólo existe en la mirada que lo crea perfecto, inasible, siempre del otro lado, y ella siente en cada chasquido del disparador, en cada movimiento, en cada cambio de luz, que los ojos que se adivinan detrás de la lente la llevan hacia ese otro lado, que por ciento veinticinco milésimas de segundo ella abraza su propio cuerpo distante, y que en ese contacto nace, sin historia, sin marcas, sin pasado, sin Financistas ni Banqueros ni Agentes ni Actores ni Fausto, sin Fausto, sobre todo sin Fausto y sin el hombro de Fausto que la sostuvo aquella tarde y sin la conversación en el café unos días después y sin el estúpido impulso de llamarlo el sábado para que la acompañara a una estúpida cena. La cámara la desprende de todo, especialmente de Fausto, y entonces ella desprende los breteles de su corpiño y los sostiene entre los puños cerrados que cubren ahora sus senos, que los elevan como armas que replican las armas en sus ojos que por primera vez se clavan en los ojos detrás de la cámara, y retienen por un último instante el deseo antes de rendirse, antes de caer.

El resto del capítulo, y de la historia de Marga, Fausto y todos los demás, en Se esconde tras los ojos, disponible en su librería amiga (realmente amiga, porque me dicen los libreros que, sin estar descatalogado, el libro es difícil de conseguir y la editorial se hace rogar a la hora de entregarlo).

1 comentario:

Nina London dijo...

Muy interesante la info acerca de tu work in progress...te descubrí por casualidades de la blogosphera y ahora me dan ganas de leerte...