19.10.07

Llegando los monos II: los simios contraatacan

Estoy leyendo una edicion omnibus con las tres novelas de la trilogía His Dark Materials, de Philip Pullman. Los libros son extraños, en una tierra indefinida entre la novela infantil y la de adultos, pero sobre todo un ejemplo de buenas ideas con una ejecución que no les hace juego: las ideas están, la imaginación sobra, cada detalle está cuidado, la historia es interesante, los personajes están bien armados, pero la mano de Pullman no está siempre a la altura y a los libros se les ven las costuras cada 5 páginas. El balance da positivo, pero hay momentos en los que dan ganas de patearle la cabeza al grito de "No me tomes por idiota".

La parte más interesante es que, en una historia a caballo de la fábula y la fantasía dirigida a un público infantil, Pullman trabaja con temas bastante atípicos: nociones de física cuántica, influencias muy pesadas del Paradise Lost de John Milton (un libro que no se deja leer facilmente, pero que es una de los poemas más maravillosos e inagotables jamás escritos - a mí me tocó estudiarlo y enseñarlo varios años seguidos, y nunca la pasé mejor), y sobre todo una firme convicción agnóstica anticlerical que es el centro de la historia. O sea, usa un género que generalmente baja línea religiosa/moral para darle palos a la Iglesia Católica en particular y a cualquier religión organizada en general, para cuestionar las historias del Génesis judeocristiano, para hablar de la corrupción de los hombres que usan las ideas divinas, y para mojarle la oreja al santurrón bajalínea de C. S. Lewis y sus panfletarias Crónicas de Narnia.

Pues bien, justamente a caballo del éxito de las películas de Tolkien, Narnia y Harry Potter, a Pullman le compraron los derechos para llevar las novelas al cine por más que un puñado de dólares (o, en este caso, de libras). Y después de idas y venidas de guionistas, directores y plazos varios, la peli de la primer novela (The Golden Compass en la edición yanqui, Northern Lights en la edición británica, mal traducido en Argentina como La brújula dorada cuando es una referencia explícita a unas líneas de Milton que hablan de dos compases de oro con los que Dios dio forma al universo) se estrena en diciembre con 200 millones de dólares de presupuesto, miles de estrellas invitadas y toda la bambolla consecuente.

En este caso sería una buena noticia: el tono didáctico de algunas partes en las que a Pullman se le va la mano debería desaparecer en la adaptación a la pantalla, la acción va a destacar más, hay efectos especiales a patadas, debería ser en ciertas cosas hasta mejor que los libros, una película pochoclera pero con resto para algo más. Hasta que se filtraron ciertas "adaptaciones" al guión, que eliminan justamente el centro de las tres novelas: para no "ofender" a los religiosos, sobre todo del mercado estadoundense, se limpió toda referencia a la iglesia.

Eso debería ser más que complicado, porque justamente las novelas cuentan una guerra organizada contra la Autoridad (Dios como lo conocemos), un usurpador del poder celestial, y contra todas las instituciones que lo "representan" en los múltiples universos del libro, invariablemente corruptas, inescrupulosas y atornilladas a toda costa a su cuota de poder. Es com osi a Peter Jackson al dirigir el Señor de los Anillos le hubiera sacado los elfos y todos esos bichitos raros, o si al drector de Superman se le hbiera dado por eliminar ese molesto detalle de que el tipo salga volando cada dos por tres.

En la adaptación cinematográfica, el Magisterio (el brazo institucional más alto de la Iglesia, en realidad un símbolo de la Iglesia entera) se convirtió en "los gobiernos malvados y despóticos que oprimen a la gente". Que no se sorprenda nadie si aparecen con turbantes, barbas y remeras que digan "aguante al Qaeda, Ahmadinejad al poder".

Vale la pena aclarar qe estos mismos escandaletes se dieron con los libros, con gente que los trata de paganos antireligiosos y otros (entre ellos, hay que aclararlo, voceros de la Iglesia Católica) que dicen que el libro o hace más que denunciar ciertos exceos del poder terenal de la Iglesia, los mismos por los que vienen pidiendo perdón desde hace 40 años, y que no deja de ser una ficción, y que los lectores tienen el suficiente seso como para decidir qué compran del libro y qué no.

¿Conclusión? Espera y verás, en parte, ya que nadie vio la película, pero habla del poder contradictorio del dinero y del brazo censor de la "corrección política": una historia urticante para los conservadores estudios se hace tan atractiva económicamente que no les queda otra que agarrar viaje (seguir montados a la ola del cine fantástico, buscando historias que ya hayan tenido éxito en el libro, y esta trilogía rompió todo en ventas), pero a la vez la tuercen hasta que se quiebre con tal de no despertar al dragón dormido de los conservadores, mojigatos, cerrados de mente y pelotudos de este mundo que no se conforman con quedarse en sus casas sin ir a ver la película, sino que tienen ese impulso irrefrenable de salir a protestar a la puerta de los cines y pedir censura a gritos con cara de "heridos en su fe" (al estilo Última confesión de Cristo).

Los codiciosos se unen con los pusilánimes. De un lado están los fanáticos enceguecidos y del otro los lectores de mente abierta que pueden tomar una crítica sin que el mundo se les caiga... y adivinen quién pierde.

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