27.8.07

Caput fugit irreparabile

Jonathan Strange & Mr. Norrell me está devolviendo el viejo hábito de leer libros de fantasía. De Amazon me acaban de llegar mis próximas lecturas: una edición megamonstruo de 1.000 páginas papel higiénico en rústica con la trilogía His Dark Materials de Philip Pullman (estaba barata, quelevachache) y American Gods, del incomparable Neil Gaiman.


La semana pasada me removió bastantes ideas un post de Mairal en el que pide dos gotas de realidad en una línea condensada de poesía "cruda" - estas novelas van por la contraria, cientos y cientos de páginas de cuestiones mayormente irreales, pero curiosamente me generan en la cabeza un efecto similar (las buenas, no el bodrio genérico "mazmorras y dragones" tipo Conan). Una historia fantástica bien encastrada con la realidad (estilo Jonathan Strange, o Good Omens de Gaiman y Pratchett, o Stardust de Gaiman, o Harry Potter) terminan por resaltar la "realidad real" de una forma un poco más cruda que la "literatura fantástica literariamente aceptada" de Borges/Bioy/H. G. Wells, quizás menos obvia, pero (cuando cuaja) quizás más efectiva. Algo así como el Pendulo de Foucault a la enésima potencia, cuando la necesidad de que la relectura del mundo se haga desde patrones verosímiles quedó 10 kilómetros atrás y nadie se asusta si un mago (Jonathan Strange) es el auténtico responsable de que Wellington le haya ganado a Napoleon en la batalla de Waterloo, o si Cornelius Fudge, el pusilánime Ministro de Magia de Harry Potter, le canta las cuarenta al Tony Blair de turno.

Cuando era chico no podía parar de releer a Tolkien (sí, era de los que se sabían las genealogías de la Comunidad del Anillo y los 13 aventureros del Hobbit, aunque no llegué a hablar en élfico como algunos de mis amigos más fanáticos) y los libros de Terramar de Ursula Le Guin (por lo menos 15 veces, especialmente el primero y el tercero), y ahora que vuelvo al barrio (con el paladar un poco más exigente, o cansado, o informado, o gastado, según cómo se lo mire) me vuelven esas ganas de leer hasta las 5 de la mañana, esa sensación absorbente de las historias bien contadas, y también, al cerrar el libro, una sensación de extrañamiento que le da un halo de claridad a todo - un ostranenie muy efectivo.

Como bien señala Rowling, la inserción de los mundos fantásticos en el mundo real se hace Diagon Alley: si la vida es ortogonal, estas historias van a 37 grados. El efecto es más que recomendable.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si te referías a mí por los que hablaban en élfico, te informo que lo que más llegué fue a escribir en tengwar, che.

Y si no te referías a mí, bueee... ¡cola de paja!

Enhorabuena por American Gods, y preparate para un joyride de aquellos...! :-)