9.11.06

La delgadísima línea roja

Uno cree que es todas esas cosas maravillosas que uno cree que es hasta que el más leve de los raspones borra por completo la brevísima capa de civilización que disimula el animal que seguimos llevando dentro...

Cuando leo una noticia como ésta, pienso lo mismo que piensa cada padre (sobre todo cada padre de mujeres): a esta chica la siguieron desde su clase de gimnasia, la llevaron a punta de pistola hasta una estación de subte, la hicieron viajar de terminal a terminal de una línea de subte, la bajaron en Plaza de Mayo (en PLAZA DE MAYO), la subieron a un taxi, la metieron en una obra en construcción abandonada a 5 minutos de viaje, la violaron, escapó por suerte y voluntad de una segunda violación. En el recorrido entre la salida del lugar donde hacía gimnasia (del lugar al que los violadores se habían metido antes varias veces y en donde habían guarreado a todas las chicas de la división) a la estación Plaza de los Virreyes, en la estación, en el subte, en la estación Bolívar, en la Plaza de Mayo, en el taxi, bajando del taxi para entrar en el lugar donde la violaron, a las 7 de la tarde de un día de semana, se debe haber cruzado por lo menos con unas 150 personas. Algunas de esas personas pasaban por la calle, otras los vieron de lejos, algunas compartieron un andén (el subte E tiene una frecuencia muy baja), un viaje de al menos 20 minutos, no nos olvidemos de los policías y los guardas del subte y las cámaras, un taxista vio a una chica evidentemente desesperada a la que estaban encañonando y lo único que hizo fue cobrar el viaje e irse.

Y uno quisiera pensar que cree en las condenas justas y en el imperio de la ley y en el estado de derecho y en que todos tienen una oportunidad de rehabilitarse. Y uno nunca marchó con Blumberg (casualmente, la primer noticia en la página a la que linkeé antes), sino que más bien puteó contra su idea retrógrada de la seguridad y los castigos. Y uno tiene un cierto interés teórico en el tema de la anonimidad de las grandes ciudades, de cómo uno marcha entre millones de personas rodeado de un halo de invisibilidad y anonimia.

Pero miro a mi hija y pienso que en trece años y medio va a tener la edad de esta chica.

Y a todos y cada uno, desde los hijos de remil puta que la secuestraron y violaron hasta el sorete del taxista hasta los "guardianes del orden público" que no vieron nada (a 150 metros de la casa de gobierno, en pleno centro de la ciudad, en hora pico) hasta cada uno de los imbéciles que se cruzaron con ellos y no les resultó extraña la situación, a todos ellos los mataría. No los metería presos, los mataría muy lentamente. A todos. Los vería sufrir. Y me sentiría mejor después de hacerlo.


La línea roja no es delgada, es inexistente. Y cualquiera, si se le aprieta el botón adecuado, la cruza en una millonésima de segundo.

No hay comentarios.: