30.10.06

De cómo no perder premios

Se aprende mucho de una persona al ver la forma en la que acepta una derrota. La bronca es justificable, y toda persona tiene derecho a patear un par de tachos de basura, encerrarse a putear, emborracharse, trompear a las paredes, etc. Pero hay cosas que quedan muy feas, sobre todo cuando se las hace en público. Ayer, en el suplemento Cultura de Perfil, Daniel Guebel (del que ya comentamos algo dos posts atrás) publicó una patética "crónica íntima de la entrega del premio Clarín de novela" (sic/sick) intitulada De cómo ganar premios, aunque el título de este post le hubiera sentado mucho más adecuadamente.

Para llamar a las cosas por su nombre, el artículo es un decálogo del mal perdedor. No está en la edición digital del diario (quizás por un poco de pudor de sus colegas editores, que no evitaron que el jefe del suplemento Espectáculos del diario se desgraciara en la edición impresa pero se contuvieron de mostrarle su impudicia al resto del universo a través de la página web), pero voy a reseñar los puntos más sobresalientes en orden cronológico:

- La primer frase preanuncia maravillas: Desde que dejé de ganar premios literarios (esto ocurrió a principios de los 90, debut y despedida), casi prescindí de mandar mis novelas a los concursos. En cristiano: "Yo los ganaba, manga de giles, y no esa caterva de inútiles que los gana hoy en día". Lo que en realidad dice: gané un solo premio en mi vida, cerca del principio de mi carrera, y luego intenté ganar otros (casi desistí) y fracasé. Nótese también la sutil distinción entre ganar un premio (indudablemente una distinción) y mandar novelas a concursos (elemento quizás azaroso, el concurso no implica necesariamente mérito).

- Después aclara que (su) opinión se reducía a que (...) son meras operaciones de marketing, en las cuales empresas e instituciones se premian a sí mismas eligiendo en el océano del mercado los productos o personas que mejor los representan. Como dicen los ingleses, las opiniones son como los ojetes, todos tienen una. En este caso, su opinión es la crítica standard y genérica a los premios literarios, y es absolutamente cierta. Sólo que lo mismo se aplica al trabajo de todas las editoriales: un catálogo editorial, se trate de Plantea, Mondadori, Sudamericana, Beatriz Viterbo, Interzona o Eloísa Cartonera, también es una selección de los productos o personas que mejor representan a esas empresas o instituciones (y nótese cómo sutilmente introdujo la idea de mercado, distinguiendo entre la literatura y el mercado, o quizás entregándose a la metáfora del espacio cultural como un mercado).

- Por si hacía falta, aclara: no la literatura misma, sino su simulacro. Y redunda, por si no quedó claro, que el hecho de no ganar premios (y no se olviden, gansos lectores, cuando en mis comienzos se me auguraba una carrera esplendorosamente premiable) estaba en directa relación con el progreso de mi propia escritura en los términos en que yo -y no el mercado o cualquier imaginaroi de mercado- me lo planteara. Cuanto mejor un escritor, peores sus perspectivas. ¡Esto ya es el acabóse! Soy un genio, todos dicen que soy un genio, siempre dijeron que soy un genio, soy el más premiable de todos, soy el mejor de todos, mientras menos me premien mejor y más genio soy, la literatura soy yo. El subtitulado aclara y resume: soy un nabo pagado de sí mismo.

- Después viene un plagio involuntario a Ricardo Piglia, porque después de este primer párrafo cómo levantamos el muerto de que un autor que nunca tuvo problemas en publicar, que tiene buenas críticas y reconocimiento dentro de un cierto ámbito y que tiene esta opinión al respecto, es más, que un autor tan convencido de avanzar en la dirección de la literatura y no de su simulacro, se pone a sí mismo ante la humillación de someterse al jurado de un concurso. La respuesta es un clásico de toda persona a quien agarran con las manos en la masa: una temporada de pasajeras dificultades financieras disolvió mi resistencia. Así sí, campeón, si ya lo dijo Homero Manzi, "la plata, siempre la plata, que hiere y mata sin compasión; yo digo que una mulata por oro y plata se enamoró", y antes Quevedo, "poderoso caballero es Don Dinero". Lo que no explicó ninguno de los dos es cómo se puede al mismo tiempo ponerse en el pedestal de los puristas y confesar que se hacen las cosas por dinero.

- Perla cultivada: pensé que tal vez los libros que escribía para el mejor de los futuros podrían ser apreciados en este triste presente. Al bronce.

- No se priva de pegarle un par de sopapos al premio Clarín, aclarando que eligió un seudónimo femenino "porque siempre ganan mujeres". Cuando yo lo gané, era el tercer hombre joven y varias veces escuché aquello de "el premio machista", "el perfil de los ganadores del Clarín", etc. No comments.

- Intenta ironizar con el momento en el que su novela apareció entre las finalistas, dando por sobreentendido que eso era lo menos que se merecía (dirían en Clueless, As if...). Y para continuar con las obras completas del lugar común, mi único riesgo era que tuviese la desdicha de enfrentar a un autor inédito o a un alumno de taller literario, especies ambas que son usuales fabricantes de convencionales libros que las empresas e instituciones premian para demostrar que dan oportunidad a los jóvenes talentos. Dicho todo esto no en desmedro de la ecuanimidad de los jurados sino en justipreciación del peso de las marcas. En fin. Lo que dice: lo único que se interpone entre mí y mi premio son los mongoloides poster boys que eligen las malvadas corporaciones, para mostrarse como bondadosas, gente muy por debajo de mi calibre pero más fotografiable, y no quiero decir con esto que los capitostes de los jurados sean mala gente (a ver si ofendo a alguien que importe en mi mundo y después tengo que dar explicaciones, porque para los que posamos de intelectuales putear a las instituciones está bien pero a los que se las dan de intelectuales y tienen más peso que yo no) sino que ellos también necesitan plata y se prestan a estos juegos, aunque en realidad y en el fondo de sus corazones saben que el ganadro debería haber sido yo, y si pudieran lo hubieran reconocido. Sí, se nota el tono irónico. Pero no, eso no excusa lo que está diciendo, porque (diría Ducrot) la ironía es una forma de cita, y la cita es una forma de enunciación. Y porque Daniel Guebel es a Jonathan Swift lo que Daniel Agostini es a Bob Dylan.


- Después sigue su crónica de la noche, resumida en hitos: bajó sus expectativas, fue al MALOBA (al que de paso le pega una patadita de coté), le dijeron antes del anuncio quién ioba a ganar (debe tener buenas fuentes, o por lo menos mejores que las mías; chapeau en eso), mantuvo viva su esperanza a pesar de eso adivinando que el premio a la trayectoria se lo daban a Fontanarrosa (en serio, macho, si suponías por más de medio segundo que lo ganaba Fogwill el champagne te había pegado más de lo que confesás, y tener a Fontanarrosa en primera fila creo que era el grado cero de la sutileza), se emborrachó mientras conversaba con una editora fuera de la sala (nótese la displicencia superada: ellos hacían el simulacro de literatura en la sala, yo hablaba de cosas que realmente importaban con gente que realmente mueve el asunto en el foyer: capo).

- Escucha su nombre, cree que ganó, sube al escenario en un vaho etílico, hace una dedicatoria creyéndose campeón de la noche, se entera recién después del papelón que acaba de protagonizar, se va poco menos que dando un portazo y con la cola entre las patas. Sólo que cuando Gonzalito pasa el tape (y no hizo falta estar ahí, la ceremonia se transmitió por TN), se ve claramente que la realidad es otra, que sabía perfectamente que estaba viviendo su pesadilla, que tuvo que subir a recibir un premio consuelo, que había jugado su imágen pública y había perdido la apuesta (el escritor virtuoso que se presenta y gana es un canchero, y nadie se entera del que se presenta y nunca se revela el seudónimo, pero quedar escrachado con una mención es jugarse por nada), y que se acababa de convertir en el plato del día del cotilleo de salón subsiguiente.


- Para el final, estrategia clásica: captatio benevolentia que intenta salvar prestigio con camuflaje. Queda mal arrodillarse, entonces se busca una forma de hacerlo que conmjure el arrodille sin plantar rodilla en tierra. En el juicio a Sócrates hay un ejemplo clásico cuando el tipo dice "yo podría pedirles que no me maten porque tengo familia, pero no voy a hacerlo". Acaba de mentar a su familia, acaba de arrodillarse en el modo más patético, pero lo esconde en la estrategia (Oswald Ducrot dixit, una vez más) de la cita para decirlo mientras afirma que no dice lo que está diciendo. Es lo mismo que decir "podría decir que sos un idiota, pero no lo voy a hacer", o "no es que seas un idiota, pero...": son formas cobardes y solapadas de llamar idiota a alguien. El último párrafo es un minirrelato "tierno y conmovedor" de cómo la hija (su vocecita tiembla de alegría) lo llamó y me dice que me vio en televisión y que gané el premio que le había prometido, y yo le digo que es suyo, sólo suyo, el premio que había ido a buscar para ella, y ella me pregunta si se lo voy a regalar y yo le digo que sí, que es para que lo tenga en el cuarto de casa. A ver... a) este tipo es un fenómeno, debería trabajar para Kirchner a ver si le encuentra alguna vuelta al tema del voto de Misiones (sólo que los spins que inventan los políticos tienden a ser más creíbles que ésto). b) Al igual que Nazarena Vélez, este tipo lo hace todo por Barbarita y Gonzalito. Como padre de una hija, esto me predispone bastante mal. c) A otro perro con ese hueso. La primer llamada que recibiste fue de Luis Chitarroni, el editor de Sudamericana (o peor, de Pablo Avelluto, el gerente general) diciendo "Flaco, te acabamos de sacar una novela en España y Argentina, si querés pasarte de editorial vení y decímelo en la cara, pero eso que habíamos hablado de publicar tu próxima novela ahora que te quisiste ir con la competencia lo vamos a tener que renegociar."

Guebel, te presentaste a un premio literario y saliste tercero de entre 800 y pico de concursantes. La verdad que no está nada mal. Si eso no te alcanza, no te presentes al concurso. Pero ningunear gratuitamente al premio y a la piba que ganó, a la que no conocés y no te hizo nada, es de pendejo resentido. Y aprovechar tu lugar en un diario para publicar esto te deja peor todavía. La próxima vez que no sepas qué hacer, pedile consejos a tu hija: como todos los chicos, sabe exactamente qué hacer con este tipo de cosas y cómo reaccionar. Pero imitala en lo bueno, no en las rabietas.

PD: Error, estaba publicado en Internet (aunque no en el sitio de Perfil sino en Nación Apache). En los comentarios al post también se hicieron algunos comentarios afines a lo que escribí arriba.

11 comentarios:

marcelo dijo...

Qué bárbaro. Menos mal que este año no intenté ver la gala por internet.
No sé quién es Guebel, Pablo. Quiero decir que no lo conozco personalmente ni mucho menos. Pero supongo que un autor con 'trayectoria' mo debería presentarse al Premio Clarín.

Ulschmidt dijo...

la "crítica a los premios literarios" debiera ser todo un género en sí mismo.

Omar dijo...

Su estilo denota cierta pasión por el despedazamiento argumental del otro. Todo un logro, en éste caso. Pero sería mejor que pasara por omargenovese.wordpress.com, donde encontrará un detalle meticuloso de la que usted defiende de la que denomina "piba", lo que vale, o sea, lo escrito en sí.

Anónimo dijo...

("Éste" va sin acento).

¡Salud!

Pablo Toledo dijo...

Marcelo: un autor con trayectoria puede presentarse, pero tiene que atenerse a las generales de la ley. En es esentido, los premios cuanfo duncionan limpiamente son democráticos: compiten los libros y no los autores, y ahí son todos iguales. De los premios que nos son tan transparentes se puede esperar cualquier cosa...

Omar: sinceramente, analizar cuatro párrafos y juzgarlos por cuestiones de estadística no me parece significativo, menos en una novela. Primero, porque el estilo no lo es todo, y menos en una novela. La temática y la estructura, la construcción de personajes y todas esas cosas que no se vislumbran en un par de párrafos son mucho más importantes, a mi juicio al menos. El uso del idioma no daña, pero de por sí rara vez justifica o sostiene (cuando digo rara digo que sí hay excepciones, pero que incluso maestros del idioma como Saer necesitan un armazón del que colgar ese estilo). Segundo, porque por más que lo fuera, el estilo sólo tiene sentido en un contexto: quién habla, desde dónde, qué tipo de narrador, sobre qué mundo. Cada historia tiene el estilo que necesita, más allá de las repeticiones de sonido o las supuestas cacofonías. Tercero, porque no me parece justo juzgar a nadie por menos de una página de trabajo: capaz que tenés razón y González es una prosista siome con una novela del montón, pero hasta que no lea la novela me reservo la opinión y le doy el beneficio de la duda.

P.C.: tus intenciones renovadoras, afines con los últimos delirios de la Real Academia, no importan. Éste en posición pronominal va con acento, lo mismo que sólo cuando significa solamente. Y septiembre y psicólogo se escriben con p. Cualquiera que se oponga es un gallego bruto amante de la ley del menor esfuerzo. ¡He dicho!

marcelo dijo...

Pablo: claro que puede presentarse, por eso utilicé el condicional. Tal vez en esa conjugación verbal quise decir "si sí, atenete a las consecuencias, macho".
Por lo demás, coincido plenamente con vos en que en un premio/concurso transparente compiten los textos y nunca los autores (gracias a Dios).
Saludos.

Omar dijo...

Bien Toledo, pero debería tener en cuenta algo muy importante que Bardamu señala: la prosa mamemística del primario elemental es la sumisión del estilo a la escolaridad estadística, a la técnica del recuerdo por repetición, como es el caso de Rowling. La ñiña en cuestión construye, además, frases insípidas, insignificantes, cargadas de una llanura repulsiva. En mi caso, leer una, cinco, diez o veinte páginas de una novela me alcanza para continuar o desistir en la lectura. Experiencia, intuición de lector, llamalo como quieras; igual que en el cine: cinco minutos, diez, quince, a veces sobran para escapar o quedarse dormido. Por caso, la muestra que leí de la niña es comparable a ver tres minutos de un film de Galletini, o de Enriquito Carreras: al cuarto minuto uno se reprocha no ser ciego.
Ah, otra, no te gastes con PC (Contursi), cree que completará su educación comentando en los blogs.

Anónimo dijo...

Increible lo de omar, tan argentino. Criticar una novela que ni siquiera ha leído, con un argumento tan "contundente" como el de contar las veces que las silabas LA, OS y EN aparecen (?!) Seria interesante ver cuantas veces aparecen en el Quijote, o en cualquier otra obra maestra. Estoy seguro que unas cuantas. Pero bueno, mientras otros producen el critica. En su pagina web se autodefine como: Escritor, diseñador, profesor y entrenador de tenis, windsurfista, surfista, químico y eterno estudiante de cine. Es decir, un LOSER completo que se las da de quien sabe que. En fin omar, siga enseñando tenis y contando silabas, pero por favor tenga un poco mas de pudor al exhibir su gloriosa mediocridad. Le sugiero que lea mas a Toledo y aprenda algo de elegancia (a lo mejor Ud. le puede dar lecciones de tenis a cambio)

Anónimo dijo...

Pablo Toledo:
Bien tus comentarios, podés sostenerlos porque participaste y ganaste, sabés de lo que hablás, haya o no transparencia en los concursos literarios.
Con respecto a Omar, parece una especie de James Bond de la escritura y la literatura, o un dandy que detesta la prosa simple, paradójicamente, algo muy complejo de pulir y escribir. Lleva su tiempo descolgarse los adornos que hunden a Dandy Omar. Aconsejo releer a Arlt y Soriano, los errores o repeticiones de palabras en sus estilos son insignificantes ante la contundencia de las historias, temas y contexto social en el que desarrollaron sus obras.
Cada uno hace lo que puede, unos pueden muy bien y otros sólo dan lástima y critican con los parámetros del ego, la envidia, el resentimiento y la impotencia, antivirtudes que no te sirven para hacer literatura.
Saludos a todos.

Anónimo dijo...

Che toledo, no te hagas el geek que se te nota la firmita infantiloide en los comentarios disfrazados.

Anónimo dijo...

María Elena Walsh plagió "El torturado" del libro "Diario de vida" que le enviara su autora, la docente Licenciada Sara Zapata Valeije, para convertirlo en "La pena de muerte", publicado por primera vez en diario Clarín el 12/9/1991, y luego por Editorial Sudamericana. En http://plagiodemariaelenawalsh.blogspot.com/ está la historia del plagio de María Elena Walsh mewalsh@sadaic.org.ar a la Lic. Sara Zapata Valeije, ganadora de la Primera Mención del Premio Clarín de Novela 2005 ,detrás de su rival más peligrosa, Claudia Piñeiro, triunfante con "Las viudas de los jueves". Firmado y confirmado :María Alicia García Facino , hija de la plagiada. profesoragarciafacino@yahoo.com.ar ; sarazapatavaleije@yahoo.com.ar